15 Abril 2017
Por: Carlos Martínez (Chiquimula)
Desde hace algún tiempo, he querido escribir estas líneas y al fin me he decidido a hacerlo, debido, principalmente a dos hechos y a dos circunstancias, a saber:
El primer hecho consiste en que tiempo atrás, al celebrarse un año más del primer Cursillo de Cristiandad en la Arquidiócesis de Tegucigalpa, se cometió el error de publicar, en un periódico, la fotografía del Tercer Cursillo, como la fotografía del Primero, error que sin duda se debe a que esa foto, la del Tercer Cursillo, la venden en la calle como correspondiente al Primer Cursillo.
El segundo de los hechos consiste en que, conversando en distintas ocasiones, con dos Presbíteros hondureños, uno más joven que el otro y ambos del Clero Diocesano de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, del impacto de los Cursillos de Cristiandad en la misma Arquidiócesis y en toda la Iglesia en Honduras, principalmente en lo que se refiere a que los hombres hoy asistieran a misa y frecuentaran los sacramentos y mencionarles al padre (Vicente) Prestera, los dos
me manifestaron no haber oído nunca ni siquiera hablar de él, lo cual no deja de ser una injusticia que los que lo conocimos, creo que debemos reparar y con cursillistas seglares, me ha pasado lo mismo.
En cuanto a las circunstancias que me mueven a escribir estas líneas, la primera es que, fui actor de primera línea en los acontecimientos relacionados con el inicio de los Cursillos de Cristiandad en Tegucigalpa, Comayagua, Choluteca, Santa Bárbara, Olanchito y Juticalpa, por lo que mi versión de los hechos vividos es de primera mano, si bien, sujeta a errores e inexactitudes, como todo recuerdo humano.
La oportunidad de esta publicación, quizá no sea la mas adecuada, porque pensaba hacerla cerca de la celebración de una Ultreya Nacional pero ya se me han pasado varias y esto está dormido y es bueno que se sepan algunas cosas y además, mi amigo y compañero de algunas otras luchas que quizá también relate, Juan Ramón Martínez, ya hace varios meses que me manifestó, estar dispuesto a publicar estas cuartillas.
En San Pedro y en La Ceiba, los Cursillos vinieron de Nueva York, traídos por los Padres Paúles, siendo el “Prestera” de esa zona norte, el Padre Juan Almenara, español-catalán o mallorquín, también de grata memoria para quienes le conocimos.
A partir del sexto o séptimo cursillo, vino a la parroquia La Milagrosa, en Tegucigalpa, el P. Manuel Cavero, CM, (CAVERITO, porque era bajito), un santo, que colaboró mucho en esta obra, asistiendo a Cursillos de Hombres y de Mujeres.
Volviendo a Cursillos en Tegucigalpa, el P. Vicente Prestera, Presbítero diocesano de la Diócesis de Newark, Estados Unidos, incardinado en esta Diócesis, era, en ese tiempo el primer Párroco y organizador de lo que ahora es la parroquia Sagrada Familia en el barrio Belén de esos años, -Por cierto y al margen del objeto de este artículo, debo manifestar que en las noticias de la celebración de un aniversario más de este parroquia que leí en FIDES, hace algún tiempo, me dio mucha tristeza no ver su ninguna referencia a él, habiendo tanto que recordar del P. Prestera en relación a esta parroquia, desde la picardía que se veía en sus ojos cuando contaba la razón por la que escogió “La Sagrada Familia” como advocación para la parroquia (Recuérdese que el Bo. Belén en los años 60 del siglo pasado, estaba lleno de cantinas y prostíbulos, para ricos y para pobres) hasta la razón por la que instaló la primera Casa Cural en un antiguo prostíbulo, casa en la que él vivía y abría la puerta cuando llamaban en la noche. Es de imaginar la cara de quienes veían que quien les invitaba a entrar era un cura y al ver para adentro, en vez de lo que esperaban ver, veían cosas de Iglesia. Tal vez, más adelante, con la ayuda de quienes también conocieron al P. Prestera y trabajamos en esto con él, escribo algo sobre su personalidad, sumamente interesante y atrayente.
Después, también fue el primer párroco de Loarque.
Realmente es una pena y quizá hasta una vergüenza que a estas alturas no sepamos que fue de Prestera, pero de una cosa estoy seguro, esté donde esté, en esta vida o en la otra, estará con su inapagable cigarro y sonriéndose.
Habiendo conocido, no se donde, a Cursillos de Cristiandad el P. Prestera se empeñó, como solo él podía hacerlo, en traer la Obra de Cursillos a Honduras y empezó por mandar hondureños a Guatemala y El Salvador para que hicieran el Cursillo allá y después ayudaran aquí, en Tegucigalpa.
Entre los que fueron, unos doce, recuerdo a Luís Aguirre, un buen carpintero que vivía frente a la entonces tranquila plazoleta del Cementerio General, a Fernando (Nando) Montes Matamoros y a Gustavo Alfredo Landaverde, que no necesitan ninguna presentación, a Antonio Casasola, que era lo que ahora diríamos, un dirigente comunal.
Por lo menos yo, nunca supe como Prestera apareció en Honduras, lo conocí, en 1964, en las oficinas de Nando Montes, con quien yo trabajaba, ubicadas en el centro de Tegucigalpa, en los altos de donde ahora está Banco Atlántida, en la peatonal y lo conocí, siendo ya Prestera el motor, 24/7, como se dice ahora, de la obra en Tegucigalpa, y ahí me invitó a ir a un cursillo, habiendo yo asistido al Segundo Cursillo, en enero del 65.
Platicando con el propio P. Prestera, con Nando Montes y con el Indio Landaverde, supe que golpe de estado contra Villeda Morales en octubre del 63, trastornó un poco los planes iniciales, por lo que la celebración del Primer Cursillo que ya estaba listo, se pospuso para el año siguiente, 1964. De este Primer Cursillo, solo recuerdo a Chente Williams, a Vilo Madrid, y a Andrés Alvarado Puerto. Del segundo, recuerdo a Gabriel Talavera W., a Ángel C. Vargas, a Adán Cueva, a Luís Mendoza Fugón, a Vicente Machado Valle H, a Fito Midence Soto, que fue mi compañero de cuarto, en la Providencia, en El Hatillo, donde se celebraron los primeros 10 ó 12 Cursillos aquí en Tegucigalpa, ya que había una amplia edificación, bastante aislada.
En los primeros cursillos, el equipo de dirigentes era de El Salvador; recuerdo a Toño Puñet (El apellido seguramente esta mal escrito), un catalán inolvidable que vivía en San Salvador, al Choco López Candell, también de San Salvador, a Manolo Lasala, de Sonsonate, al Chato García Prieto, de San Miguel, todos ellos hombres de mucho éxito en sus distintas actividades, “locos” por la Obra de Cursillos. A ellos los acompañaban, indistintamente, como Directores Espirituales, el P. Inocencio Alas, muy amable en su trato, salvadoreño y dos frailes dominicos españoles, uno de apellido Torremolinos, gordo, extrovertido y el otro de apellido Suárez, delgado y muy serio, quienes tenían su residencia en la iglesia del Rosario, de San Salvador y cuyos nombres, ya no recuerdo.
En cuanto a seglares, a partir del 4to. Cursillo, ya fuimos rollistas hondureños, Chente Wiliams y yo, fuimos los primeros, con los rollos de Estudio y Acción, respectivamente y yo fui el primer rector, creo recordar que en el Cursillo 12.
En cuanto a presbíteros, a partir más o menos del 7mo. Cursillo, ya fueron hondureños o extranjeros que vivían en Honduras, como Directores Espirituales y con ello, los Directores Espirituales, los Rectores y los rollistas de otros países fueron cada vez menos. Recordamos al P, Juan Antonio Vegas, al P. Manuel Cavero, al P. Eloy, Javeriano de Choluteca, el P. Jorge Matus, P. Ponce, de San Marcos de Colón, que se fue para USA, al P. Alberdi, S.J. del Centro Loyola, a los Pasionistas, entre ellos P. Juventino Casares, que venía de Trinidad Santa Bárbara y P. Francisco Arévalo, que inicialmente venía de Guatemala y que también fue párroco de Loarque; y, al final, el propio P. Prestera, quien contra la opinión de todos, porque nunca aprendió a hablar bien el español, se convirtió en Director Espiritual, demostrando que el instrumento, no importa, Otro es quien hace el trabajo.
Al primer cursillo en Juticalpa, vino un equipo de Monterrey, México, con un padre Carmelita, español, de Director Espiritual y rector y rollistas de Monterrey, de Honduras fuimos Chente Williams, el Dr. Ángel D. Vargas, Andrés Alvarado Puerto y quien escribe; no recuerdo que fueran otros. Un detalle gracioso de este Cursillo, fue que Monseñor Nicolás D’Antonio, primer Obispo de Olancho, queriendo agasajar como Dios manda al equipo, al mejor estilo olanchano, para el primer día, el viernes, mandó a preparar un típico “Tapado Olanchano”, con todos sus ingredientes. El almorzar eso y después, estar sentados 3 o más horas en el “rollo” Piedad, es fácil suponer los efectos que produjo, especialmente, en los estómagos de los miembros mexicanos del equipo.
Pudiera pasar años hablando y escribiendo del inicio de Cursillos en la mayor parte de Honduras, recordando anécdotas inolvidables, como cuando en Santa Bárbara, cabecera, a donde viajamos de tarde, Manolo Lasala, que vino de El Salvador como rector y yo, en una avioneta que nos consiguió Conrado Kapky, otro gran dirigente de Cursillos, que la mecía el aire para todos lados y nos tocó dormir en las aulas de una escuela que solo tenía los huecos de las ventanas y que por añadidura, estaba ubicada cerca de una quebrada; Nunca, en mi vida, he visto tantos zancudos juntos dispuestos a alegrarnos las noches; o cuando en Choluteca, un enorme perro que los Javerianos canadienses, manejaban en el Centro Javier, lugar donde se celebraba el Cursillo, con una cadena que corría en una polea a lo largo de un alambre y Monseñor Evelio Domínguez, otro santo, que hacía el Cursillo, inadvertidamente se acercó al perro y si no es porque Monseñor siempre andaba con su sotana y el perro se enredó en ella, quizá hubiera pasado algo más que un susto; O cuando a ese mismo Cursillo, cuyo Director Espiritual fue el fraile dominico que antes mencioné, de apellido Suárez, cursillo al que fueron Eliseo Pérez Cadalso, como cursillista y Hernán Corrales Padilla, como rollista, dos inigualables contadores de chistes, anécdotas y perras de la propia Choluteca, terruño de ambos; Nunca hubo forma de observar el horario en ese Cursillo, hecho que también recuerdo nos pasó cuando en un mismo Cursillo coincidieron, aquí en Tegucigalpa, en La Providencia. Toño Puñet, como rollista y José Cisne Guzmán, como cursillista, y, para no seguir, voy a recordar cuando a Chente Wiliams y a mí, por “bien portados”, nos echaron fuera de la Clausura del Cursillo Número 3, que se celebraba en el antiguo Centro Loyola, en Palmira.
Creo estar obligado a mencionar, además, a otros cursillistas que, en los primeros tiempos, se entregaron en cuerpo y alma al Movimiento, aun a sabiendas de que seré injusto con los que no mencione, pero por olvido, los años no pasan así no más. Mencionaré a Chente Williams, a Conrado Napky D,, Rubén Clare Andino, Fernando, Pleca y Rolando Agüero Neda, Luís Caballero Rivera, Gustavo Orellana, Miguel Mejía, Napoleón Alcerro Oliva, Antonio Bermúdez, Juan y Paco Milla Bermúdez, Juan Ramón Molina Hernández, Otto Castro, nicaragüense, Adán Cueva, Guto Rivera Cáceres, Vilo Madrid, que se “estrenó” como rector en Comayagua; René Sempé, Rafael Callejas Valentine, Carlos Godoy Arteaga, Ricardo Suárez, Roberto Ramírez, Óscar Rodríguez, Ricardo Pineda Milla, Ricardo Motta, guatemalteco, Moncho Pereira, el viejo, Issa Atúan, y que me perdonen los que se me olvidan a mi pero no a Dios.
Este relato no sería completo, sino me refiero a la relación de Monseñor Héctor Enrique Santos, Arzobispo de Tegucigalpa con Cursillos de Cristíandad.
Inicialmente parecía que Monseñor Santos se resistía a creer que fuera cierto que tanto lana (en el sentido picaresco de término) como los que antes mencioné y otros iguales o mejores que ya se me olvidan, de la noche a la mañana aparecieran asistiendo a misa y comulgando todos los días.
Por indicación de Prestera y porque era necesario que el Obispo, la cabeza de la Iglesia en donde se estaban operando esos cambios, entendiera de qué se trataba, los que más confianza teníamos con él, comenzamos a presionarlo para que asistiera a un Cursillo de Cristiandad. En el año 1965, yo era profesor en la Escuela Normal de Señoritas y Doña Luisa de Pineda Tábora, Directora de la escuela, invitó a Monseñor Santos a celebrar una misa en el establecimiento, el Día de la Madre y ella me encargó recibir a Monseñor a su llegada y despedirlo a su salida. Cuando salíamos le dije: “Miró a todos los profesores que comulgamos?, todos hemos ido a un Cursillo. Me contestó él, no, si voy a ir a uno. y fue, pero a El Salvador. Cuando volvió, fue un giro de 180 grados, recuerdo que lo primero que hizo fue invitarnos a celebrar las reuniones de la Escuela de Dirigentes en el Palacio Arzobispal, en ese entonces, ubicado a dos cuadras del parque Valle, en dirección al barrio La Plazuela y ello, después de que invitado por Prestera asistió a una reunión, en las oficinas de Nando Montes, en donde en los primeros años nos reuníamos y nos sentábamos donde cada quien podía, uno en una silla, otro en un escritorio y otro se quedaba de píe, pero así llegamos, porque no era obra de nosotros, hasta el noveno o décimo cursillo.
He hablado de personas y de anécdotas, no he hablado de la obra de la gracia en Honduras por medio de Cursillos. Esta obra, sencillamente, es, como son las cosas de Dios, increíble e inenarrable. Considero que la obra de Cursillos en el país, es lo más grande que le sucedió a la Iglesia en Honduras, en la segunda mitad del Siglo XX. Solo hay que recordar, los que los años nos ayudan, cómo era la vida de las parroquias en Honduras y particularmente en la Tegucigalpa y la Comayagüela de ese entonces, cómo era la vida sacramental, cómo los hombres y un poco menos las mujeres, en cuanto salían de los colegios católicos, como resultado de las prácticas religiosas a las que se les obligaba y considerando que “habían oído”, se decía, misa para toda su vida, no volvían a acercarse por la Iglesia más que para bodas y funerales. Eran las misas en latín y de espaldas a la asamblea, mis contemporáneos recordarán el dicho “me quedé en misa”, cuando no se entendía nada de algo.
El otro gran hecho en la Iglesia Hondureña en la segunda mitad del Siglo XX, los Celebradores de la Palabra, ya encontró el clima abonado por Cursillos, tanto en Monseñor Marcelo, Obispo de Choluteca, como en los Presbíteros y laicos que le ayudaron al inicio, pues todos ellos habían asistido a un Cursillo de Cristiandad.
Y la misma Cáritas, si bien bajo la sombra de la Conferencia Arzobispal, también fue organizada por gente de Cursillos.
Ya al final de estas líneas, que no tienen más intención que ayudar a que no se nos olvide lo bueno que nos ha pasado en Honduras, quiero señalar que Cursillos era un movimiento de antes del Concilio Vaticano II, todavía en el “clima” de Trento, por eso quizás, su efecto fue más notable.
Los efectos de Cursillos ciertamente se hicieron sentir en la entonces pequeña Tegucigalpa en la que todos se conocían y por eso llamaba la atención a todos que, a medio día, de lunes a sábado, hombres y mujeres de todas las clases sociales, encaminaban sus pasos a una misa en la iglesia San Francisco, frente al parque Valle, que generalmente celebraba el recordado padre Juan Antonio Vegas M., que vivía en La Gatera, de lo que otro día escribiremos, y que fue Director Espiritual de varios Cursillos, de hombres y mujeres.
Lo mismo sucedía en las otras ciudades donde hubo Cursillos, pues recuérdese que hablamos del tiempo en que habían dos jornadas de trabajo y el sábado se trabajaba media jornada y todo mundo almorzaba en su casa y caminaba a pié.
No quiero dejar de señalar un hecho que lo vivimos un poco más los primeros dirigentes. El poder político, posterior al derrocamiento de Villeda Morales, siempre creyó que de Cursillos saldría la Democracia Cristina, actuando en consecuencia, por lo que fue una estrategia admirable del P. Prestera, hacer que a los primeros Cursillos, fueran connotados líderes y dirigentes, en ese tiempo, de los dos partidos históricos, así vimos Andrés Alvarado Puerto y a Conrado Napky, del Partidos Liberal, por un lado y por el otro, a Napoleón Alcerro Oliva y Hernán Corrales Padilla, del Partido Nacional, para solo mencionar cuatro. Lo mismo se hizo en los pueblos del interior.
De la Escuela de Dirigentes, espero escribir algo y, de los Cursillos de Mujeres y de las Jornadas que se hicieron para los jóvenes de los últimos años de los Colegios, mejor que escriban algo otras personas, ya se me ha olvidado mucho de lo vivido y estas letras son una invitación y un estímulo a que lo hagan.
Pero, sería inútil pensar que la Obra y sus efectos fueron producto solo de los instrumentos. Lo narrado y lo que no narré, no hubiera sido ni siquiera imaginable sin la Gracia del Señor Jesús y de la intersección de su madre, María.
Fuente: latribuna.hn