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LAS ELECCIONES DE ANTAÑO (1948-81)

25 Marzo 2017

 

Por: Juan Ramón Martínez

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los vientos favorables al dictador Tiburcio Carías Andino cambiaron bruscamente. En 1946, Estados Unidos embargó una compra de armas del régimen. Y el hombre de Zambrano supo que no podía reelegirse en 1948. En octubre de aquel año, se celebraron las elecciones generales. En la casa donde vivían mis padres, vi pegada en las paredes de madera, la primera expresión de una campaña: una postal en la que aparecían Juan Manuel Gálvez y Julio Lozano, unidos bajo una bandera azul profundo y la estrella solitaria, del Partido Nacional. En cambio, en la de mi abuelo y mis tías –en donde viviría, mientras cursé estudios primarios y secundarios–, eran liberales. Simpatizaban con José Ángel Zúñiga Huete, el “León del Liberalismo”, como le llamaban sus parciales, candidato del Partido Liberal. Changel regresó de México en marzo de 1948 y se enfrentó, en desigualdad de condiciones, a la maquinaria oficial. En aquellos tiempos, era un acto de valentía, cercano al suicidio, ser liberal. Y además, expresarlo públicamente, vivando a sus candidatos, lo que era contestado por policías y militares, con vergajos, cárcel o muerte. Ante aquellas condiciones, en septiembre de 1948, Zúñiga Huete se asiló en una embajada y el Partido Liberal se abstuvo de concurrir a las urnas.

De forma que en octubre de 1948, los electores se encontraron con el hecho que no tenían por quién votar, porque no había opción alguna: solo había un candidato: Juan Manuel Gálvez, del Partido Nacional. El que fue declarado ganador de las elecciones. Gálvez, inauguró su gobierno en 1949. Y desde un estilo de más cercanía con el pueblo, y más tolerancia con el Partido Liberal, le permitió las primeras libertades – mínimas en comparación con las actuales- que le permitieron reorganizarse. La nueva generación urbana, sin espuelas y pistola, aprovechó la oportunidad para las elecciones de 1954, las libertades galvistas. Ganó pero no obtuvo la mayoría absoluta; porque se presentaron tres candidatos: Carías que quería regresar al poder y Williams que se le atravesó en el camino. La elección, entre Villeda y Carías, se trasladó al Congreso, dominado por las dos facciones del Partido Nacional. Pese a las negociaciones, los nacionalistas no se pusieron de acuerdo y provocaron el rompimiento constitucional del 5 de diciembre de 1954. La dictadura de Lozano, fue un retroceso. Obstinado en constitucionalizarse, convocó a elecciones en septiembre de 1956, que por su práctica, fueron una vergüenza. Fui testigo, al finalizar las votaciones, cómo los nacionalistas de Olanchito, acompañados de soldados del destacamento militar, llegaron a las mesas con dos costales: uno vacío, en donde echaron los votos depositados por los electores, y otro con los votos y las actas elaboradas por ellos, que falseando la verdad, le daban el triunfo a Lozano Díaz. El levantamiento del 1 de agosto de 1956 y el descontento popular, impulsaron a las Fuerzas Armadas a dar su primer golpe de Estado, el 21 de octubre. Las elecciones, para una Constituyente, celebradas el año siguiente, fueron ganadas por los liberales encabezados por Villeda Morales, -que temerosos de la unidad del PN con Gálvez de candidato, les podía ganar en nuevas elecciones- pactaron con los militares, que la Constituyente, además de redactar la Constitución de 1967, eligieran al presidente de la República. Villeda Morales fue elegido, las Fuerzas Armadas, declaradas autónomas y guardianes de la defensa de la Constitución. Y Oswaldo López Arellano, elegido jefe de las mismas. Un gobierno bicéfalo, militar y civil, que terminó el 3 de octubre de 1963, cuando López Arellano derribó a Villeda Morales.

En 1965, López Arellano efectuó elecciones, las que ganó con el uso de la fuerza e impidiendo que los liberales votaran. La Constituyente lo eligió presidente de la República. Dando inicio a la primera dictadura institucional del país. Porque aunque Ramón E. Cruz ganó las elecciones de 1970 a Jorge Bueso Arias, en 1972, lo derribó en su tercer golpe de Estado. Después del escándalo bananero, (1975) fue sustituido por Melgar. Y este por la Junta Militar (Policarpo Paz, Domingo Álvarez y Amílcar Zelaya) hasta que la caída de Somoza en Nicaragua, dejó sin protectores en Washington a los militares que, en contra de la voluntad de muchos, convocaron las elecciones de 1980, que ganaron los liberales. Además del control de la Asamblea Constituyente, sin que nadie lo dijera públicamente, estaba en disputa la elección del próximo jefe de las Fuerzas Armadas. En voz baja era público que si ganaban los liberales, el jefe de las Fuerzas Armadas sería el coronel Gustavo Álvarez Martínez. Y si ganaban las elecciones generales los nacionalistas acaudillados por Ricardo Zúñiga Agustinus, el cargo sería para Policarpo Paz García. Como los liberales se impusieron con Suazo Córdova al frente, como parte de las negociaciones entre los ganadores y los militares, se eligió a Paz García como Presidente Constitucional provisional. Los liberales prepararon el juramento que debía rendir en la Asamblea Nacional Constituyente que, Paz García se negó a leer, de forma que ocupó el cargo presidencial, sin jurarlo. En 1981, en las elecciones garantizadas por los militares, las ganó Roberto Suazo Córdova. Los militares pagaron en las urnas el enorme desprestigio de 17 años de dictadura institucional: el pueblo votó en contra del Partido Nacional, su Celestina. Suazo Córdova inició el 27 de enero e 1982, un gobierno seudoliberal, de evidente corte conservador, con Gustavo Álvarez Martínez como figura dominante. Y con la guerra civil en Nicaragua, en su punto más alto, como trasfondo.