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La historia de Honduras

21 Enero 2017

 

La historia de HondurasNARRACIÓN CORAL

Por: Ramón Oquelí

Eugenio Trías enfoca la nación como “un gran relato”. No un relato unívoco. Tampoco un relato con un único narrador, como en las novelas de Balzac. Más bien debe decirse que el narrador es coral, y que el coro no actúa por fortuna al unísono, sino que permite toda suerte de contrapuntos fugaces, de actuaciones solistas y de secciones autónomas y contratadas. Ese espacio narrativo, es en gran medida, espacio de dispersión y desavenencia. Pero lo que le da consistencia es un conjunto de dispositivos, narrativos que actúan e intervienen en la sustancia del relato dotándole de interés y suscitando una y otra vez emoción,  intriga y ansia de que la “historia” se prosiga.

En la compilación “Honduras: Del enclave bananero a la democracia formal”, bajo la responsabilidad de Rubén Darío Paz, encontramos una narración coral de muchos sucesos ocurridos en el siglo XIX y especialmente en el XX. El diplomático español Luis Mariñas Otero, fascinado por Hispanoamérica y fallecido en 1988, nos remonta al largo período de inestabilidad política que se manifiesta desde la entrega de la presidencia Ponciano Leiva Madrid, por parte de su paisano Luis Bográn Baraona en 1891. “Las guerras civiles se sucedieron y más de una veintena de personajes ocuparon la primera magistratura”.

Con admirable objetividad, Marco Carías Zapata, aborda el enclave bananero durante la primera mitad del siglo pasado, período en que tuvo destacada participación su tío abuelo Tiburcio Carías Andino. “Medía dos metros, pesaba doscientas cincuenta libras y no tenía vicios”. Este abogado del barrio “Los Dolores” (no nació donde se encentra la placa conmemorativa sino más cerca de la parte frontal de la iglesia), “tenía trazas de mediano propietario rural e implantó, de cara a sus seguidores, un Gobierno de clientelismo personalista”. En muchos aspectos, su dictadura fue la de “la reforma liberal hondureña, aparecida con retraso. Carías era positivista y laico”. No respetó las propiedades de los comerciantes alemanas, “cuyos bienes fueron expropiados siguiendo directrices panamericanas de tiempo de guerra. Esta expropiación dio lugar aun escandaloso reparto de dichos bienes entre importantes personeros del régimen”. El régimen de los 15 años 11 meses, concluyó el 1 de enero de 1949, sucediendo a Carías su antiguo discípulo de matemáticas y ministro de guerra Juan Manuel Gálvez Durón. Se refiere que este decía: “La presidencia se la debo solo a tres personas: al General Carías, a Doña Elena y a Marquitos”. Este último era Marco Carías Reyes, padre del autor del cuarto capítulo que aparece en esta antología publicada por la Universidad pedagógica.

Mario Argueta describe la larga y azarosa lucha de Carías para llegar al poder. “Empezó a darse a conocer en la Costa Norte durante el gobierno de Dávila, pasando de la Gobernación Política de Copán a la de Cortés. Pequeños comerciantes y obreros de las bananeras le atribuían dotes de rectitud y decisión. Así, de manera astuta y demagógica, Carías proyectaba una imagen de defensor de lo hondureño, de lo nacional, apelando a las aspiraciones económicas y sociales de los trabajadores, las que fueron rápidamente abandonados al comprender que la clave para impulsar sus aspiraciones presidenciales radicaban en estar al lado de la empresa frutera más poderosa del país: La United Fruit Company, constituida ya hasta esa fecha en una fuerza decisiva no sólo a nivel económico sino también político en la determinación del ascenso o la caída de cualquier mandatario hondureño y de los diversos candidatos presidenciales de los partidos políticos. Es por ello que su temprana adhesión al liberalismo decimonónico doctrinario fue cediendo paso a un gradual conservadurismo político que lo fue distanciando cada vez más de sus antiguos correligionarios”.

Siempre en relación con Carías, se reproducen textos que reflejan nuestra falta de objetividad. Uno de sus funcionarios le atribuye que gracias a la “paz” que impuso, “hemos tenido lluvia abundante”. Algunos de sus adversarios, muchos de ellos jóvenes en 1944, lo calificaban como déspota, retrógrado, rencoroso, cavernario, malvado, testarudo, asesino, ladrón, corrupto de la juventud. El estadounidense  Thomas J. Dodd, quien pudo conversar con personas cercanas a él, resalta algunas de sus particularidades: no arengaba al pueblo ni viajaba en avión y casi no utilizaba el teléfono. En cambio el telégrafo funcionaba copiosamente, ya que las autoridades de todo el país enviaban diariamente un telegrama comunicando lo que había ocurrido el día anterior y en caso de ausencia de sucesos, se limitaban a consignar: “Sin novedad”. Lamentablemente esta rica información desapareció de la Casa Presidencial, como también ocurrió con los autógrafos de grandes personalidades que se encontraban en la Cancillería, pérdida de la que da cuenta  Oscar Acosta en uno de los anexos de la Antología.

Guillermo Molina Chocano analiza las coyunturas políticas desde la incidencia económica, precisando algunas diferencias con el resto de Centro América. El grupo de productores de café “parece diferir de la tradicional oligarquía cafetalera, típica de otros países de la región…”. “En la década de los cincuenta se puede observar un auge coyuntural del cultivo y exportación del algodón, que se encuentra su punto culminante alrededor de 1958, para luego decaer hacia los años finales de dicha década”. El estudio concluye con el proceso iniciando en diciembre de 1972. “La decisión de impulsar un proceso de desarrollo capitalista y de modernización institucional, lleva al gobierno de las fuerzas armadas, como eje de una nueva situación de poder, a redefinir sus relaciones con los viejos intereses agrarios y las condiciones de su articulación con los grupos empresariales modernos y las compañías extranjeras”.

Marvin Barahona cita un artículo de “El Cronista” de 1922 en que se resaltaba: “Ninguna ciudad en la última década ha progresado como La Ceiba…”. Desde allí se lanzó ese mismo año la candidatura Presidencial de Carías. A finales de esa década, la Standard Fruit Company, cuyo centro de operaciones en Honduras era la misma ciudad, “monopolizaba no solamente el sector alimentario, sino también los transportes, las comunicaciones telegráficas y telefónicas, la agricultura y la ganadería de La Ceiba y sus alrededores. El Banco Atlántida controlaba toda esta actividad financiera comercial y devino el más importante del país. La demanda del comercio interior era satisfecha por los “comisariatos”, donde la eliminación de toda competencia permitía la imposición de precios monopolísticos”.

“La política de diversificación económica implementada por las compañías bananeras implicaba inversiones de capital de importante cuantía”. Las inversiones estadounidenses aumentaron de 9.5 millones de dólares en 1914 a 40.2 en 1924 y a 80.3 cinco años después. También brinda información acerca del enfrentamiento de algunos inmigrantes árabes con los comisariatos de las empresas bananeras. Reproduce de un artículo de “El Cronista” de 1916… han surgido contradicciones entre “La Unión Oriental” que agrupa sirios, palestinos y libaneses y “La Unión Palestina” que solo acepta a palestinos natos y netos, según sus estatutos. Desde las páginas de “El Eco de Palestina” se han lanzado ataques contra algunos políticos hondureños”. Según “Nuestro Criterio” (1932) los hermanos Canahuati elaboraban el cigarrillo “Morazán”.

Darío Euraque explica la transformación de varios sectores de la sociedad civil a “principios de la década de 1960,especialmente las fuerzas sociales de la Costa Norte en general y en San Pedro Sula en particular. Estos cambios y su distribución regional estuvieron condicionados por los cambios económicos estructurales que tuvieron lugar después de la Segunda Guerra Mundial, y por las innovaciones institucionales introducidas en el Estado después de 1949”. Este proceso supuso “el fortalecimiento de la Costa Norte en el proceso de industrialización con una San Pedro Sula como su capital”.

También San Pedro Sula va a convertirse en sede de un núcleo de oposiciones al régimen de López Arellano después del golpe de 1963 “Uno de estos procesos tenía que ver con las expectativas de poder que surgieron en personalidades como Pastor Zelaya, Edmond L. Bográn y otros líderes de burguesía sampedrana. Otro proceso con que se enfrentaron los nacionalistas incluyó las demandas y expectativas de nuestros obreros y artesanos en los centros urbanos de la Costa Norte, y también de los obreros organizados alrededor de las plantaciones bananeras”.

Euraque divulga la tesis de Mario Flores “El Capitán Financiero en Honduras” (1990). Según este investigador, a partir de la década de 1960, impulsada por una nueva industrialización, “surgió en Honduras una burguesía nacional cuyos rasgos básicos se caracterizan mejor mediante la categoría de un “capital financiero”, a la vez producto de la concentración de capital y de la unificación de “todas las formas parciales del capital”: dinero, productivo y comercial. “Este capital financiero a su vez se fragmenta en 26 grandes grupos económicos organizados en más de 2,000 empresas. En su conjunto, 25 de estos grupos económicos constituyen la “burguesía nacional”,  eje fundamental y mayoritario del total del capital financiero, puesto que solamente los primeros tres grupos (SOGERIN, Inversiones Facussé, S.A. e Inversiones Continental) representan más capital que aquel registrado por las empresas transnacionales. Igualmente, señala Flores, un subgrupo de empresa incluyendo esta vez al grupo trasnacional, forman una “oligarquía financiera” dentro del capital financiero en sí.

Por último, Flores también sostiene que los 25 grupos económicos nacionales, los que constituyen el 60% del capital social del país, representan una “oligarquía financiera nacional”, es decir, un grupo capitalista nacional dominante y oligárquico que controla  monopólicamente, junto con el capital extranjero, la mayor parte de la actividad económica, política y cultural del país”.

Margarita Oseguera enfoca las posibilidades y limitaciones de nuestra democracia formal. “En el desarrollo de los procesos electorales que se inician en 1979, se harán presentes una serie de circunstancias y de hechos que tienen que ver con la incorporación de nuevos actores internos en la arena política. Los partidos tradicionales, que habían venido acaparando por mucho tiempo el  electorado hondureño, se ven enfrentados, después de casi 16 años de un relativo marginamiento a una sociedad civil que exigía la participación de nuevos partidos”.

“La lucha que se inicia en el interior de los partidos tradicionales por recuperar el poder político, removió los viejos enfrentamientos entre los líderes de cada partido; este hecho marcará la pauta de comportamiento de los políticos hasta la fecha. Se reviven las modalidades de lucha de años atrás, los contenidos del discurso serán los mismos: vacío de contenido, incoherente, cargado de promesas nunca cumplidas, etc. De nuevo la improvisación, la falta de un programa político que responda a los intereses de los sectores mayoritarios y a los requerimientos del país, la zancadilla política, etc.”.

El francés André Marcel d’Ans, que ya se habías dado a conocer por una monografía acerca de Haití, preparó otra acerca de Honduras. “Teniendo en cuenta las difíciles relaciones de vecindad que se vive tradicionalmente  en América Central, no se puede decir que esta particularidad que hace de Honduras el único país de la Región limítrofe con tres de sus cuatro socios de la antigua confederación centroamericana, representa para el país una ventaja o una fuente de preocupaciones. Posiblemente, una y otra a la vez. En todo caso, una simple mirada sobre el mapa basta para darse cuenta de que lo que hacen estos países sean solidarios y, al mismo tiempo, lo que los divide es el problema del istmo. Un istmo, cuyo eje es geográficamente Honduras”.

En el campo político, d’Ans resalta la contradicción que se manifiesta a finales de la década de 1970 y primeros años de la siguiente: El país gozaba “de una relativa paz nada parecido, en todos casos, a las situaciones altamente conflictiva que se observan en los países vecinos; por lo contrario, la vida política sufría de estar desde hacía algún tiempo bajo la férula de los militares. Con el establecimiento de un protectorado de facto por los Estados Unidos en Honduras, la “relativa democracia” de la vida pública va a darse vuelta; si degrada fuertemente (a tal punto de multiplicar, por una parte, todo tipo de acciones terroristas, y por otra parte de violaciones repetidas del derecho de la gente), por el otro lado, los Estados Unidos sabrán mostrarse inflexibles en su voluntad de descartar los militares del ejercicio del poder; la conducción de los asuntos públicos tendrá que ser devuelta a los civiles, y obtenerse por la vía de la competición electoral”.

El polaco Ryszard Kapus-cinski, considerado como uno de los periodistas más clarividentes de nuestro tiempo, envió desde Tegucigalpa, vía Tropical, el 14 de julio de 1969, un reportaje que comenzaba: “Hoy a las seis de la tarde empezó la guerra entre El Salvador y Honduras”.  Después viaja al sur. “El comandante empapado de sudor y con la barba crecida (se llamaba Policarpo Paz García), nos proporcionó un camión militar, que nos llevó a Nacaome, en la retaguardia del frente para qué allí pasáramos la noche”. “Por la mañana nos mandaron un avión que debía llevarnos al otro extremo del frente, allí donde se liberaban los más duros combates. La lluvia que había caído durante la noche convirtió la pista de despegue del aeropuerto de Nacaome en un pardo barrizal”.

Vuelan a Santa Rosa de Copán, “pueblicito somnoliento, ahora repleto de militares”. “A mediodía y en camión descubierto, fuimos al frente. Los primeros cuarenta kilómetros del viaje transcurrieron encalma. Penetramos en unas tierras cada vez más montañosas, en unos cerros verdes, cubiertos por la tupida frondosidad de la selva tropical. En sus laderas aparecían chozas de barro abandonadas algunas calcinadas. En  una aldea andando, con hatilos al  hombro a lo largo del camino”. “Mientras atravesábamos sigilosamente el bosque pregunté al soldado  por qué él y sus compatriotas luchaban contra El Salvador. Me respondió que no lo sabía, que eran asuntos del gobierno. Le pregunté cómo podía luchar sin saber en nombre de qué causa derramaba su sangre. Repuso que viviendo en el campo más le valía no hacer preguntas… Hay que vivir de modo que el nombre de uno no llegue a los oídos de las autoridades, del poder”.

“Al anochecer, caminando por el bosque cada vez más erguidos, porque habían amainado ya los ecos del combate, llegamos a Santa Teresa, una ladera de barro y paja. Acompañaba allí un batallón de infantería, diezmado en las luchas que habían librado durante todo el día. Agotados y conmocionados por las vivencias del frente, los soldados vagaban entre las chozas. Seguía lloviznando; todos estaban sucios y cubiertos de barro”.

Dentro de su permanente indagación historiográfica, Rolando Sierra Fonseca, selecciona  nueve autores, nacido el primero en 1844 y el último 102 años después. “Antonio R. Vallejo representa el punto de partida para el estudio de la historia nacional, Rómulo E. Durón el mayor afán historiográfica, Gustavo Castañeda una relectura de la historia política, Rafael Heliodoro Valle la contralectura de la historia nacional desde sus relatos y tradiciones, Ernesto Alvarado García de pasión por el conocimiento histórico, José Reina Valenzuela la sistematicidad en el manejo y estudio de los temas, Ramón Oquelí  la capacidad escribir la historia de Honduras con imágenes, Leticia de Oyuela la importancia de hurgar la vida cotidiana con imaginación, con creatividad y Mario Argueta el significado del oficio del historiador”.

En reciente entrevista, Andrés Víctor Artiles relató que López Arellano no le precisó la fecha en que iba a derribar el Gobierno de Ramón Ernesto Cruz; se  limitó a recomendarle estar atento a la “musiquita”. Oscar Acosta rememora “La música de fondo” que anunció en cinco ocasiones la caída de un gobierno  durante la segunda mitad del siglo XX. Las marchas militares que se escucharon a partir de las siete y media de la noche del lunes 7 de agosto de 1978, fueron el preludio de una proclama que “se iniciaba con una gran mentira del tamaño del Merendón. Juan Alberto Melgar Castro nunca presentó su renuncia como Jefe de Estado”. Fue destituido al no acatar el memorándum que le había presentado el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, presidido por su viejo compañero de armas Policarpo Paz García.

Mario  Posas y Mario Argueta se refieren a las visiones de país en la Honduras del pasado siglo. Hay una mención especial a un proyecto lamentablemente frustrado, como tantos otros. “En el mes de octubre de 1989, organizacionales obreras, campesinas, cooperativistas, de maestros y profesionales  universitarios constituidos en la denominada Plataforma de Lucha por la Democratización de Honduras levantaron un programa de reformas económicas, sociales y políticas, que presentaron inicialmente a los candidatos presidenciales y posteriormente el Gobierno del Presidente  Rafael Leonardo Callejas. Al principio, el Gobierno aceptó la interlocución con la Plataforma de Lucha por la Democratización de Honduras, pero Callejas suspendió el diálogo cuando algunas organizaciones sindicales decidieron negociar en forma independiente con el Gobierno. La Plataforma de Lucha por la Democracia de Honduras se fuer debilitando y eventualmente desapareció”.

“De lado positivo, hemos logrado un aprendizaje y consolidación en el ejercicio de las democracia, la diversificación económica, el alza en la inversión foránea y nacional, la estabilidad política y la creciente participación de la sociedad en la vida pública”. “Empero, señales preocupantes son: el incremento de la pobreza y la violencia, las cíclicas crisis regionales, los bajos niveles de producción y productividad, el éxodo de compatriotas al exterior, el deterioro ambiental, el acelerado crecimiento demográfico, la expansión de epidemias, las crisis étnica”.