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La Quinta Berlín

21 Enero 2017

 

La Quinta Berlín

Por: Javier Rivera

De nuevo me aparezco con lápiz afilado, aceptando un reto lanzado por Ricardo Cortés Levi. Deseo compartir un relato sobre una figura diferente y con el amable permiso de Tito Ortiz, tomo prestado un fragmento de sus magníficas historias para arrancar; esta en particular nos conduce por un pintoresco paseo descendiendo desde Buenos Aires, recorriendo todo el centro de Tegucigalpa y de regreso por su ruta favorita: la cuesta de La Fuente, una encantadora callecita empedrada, en curva, con árboles que daban sombra. En cierto punto la historia cuenta:

… “más adelante, del lado izquierdo, se podía observar una entrada que daba a un patio grande lleno de árboles y hojas secas en el suelo. Allí vivía el famoso pintor Garay y su hermana Chica, amiga mía, alta y vestida siempre con una falda larga azul y una blusa blanca, como uniforme”…

Entrando más en detalle, el patio antes descrito en realidad es “BIEN GRANDE”, con un frente de más o menos 40 metros y forma irregular, cruza toda la manzana, de modo tal que colinda al oeste con la cuesta de Buenos Aires. Desde la entrada de la empinada cuesta de La Fuente, un sinuoso sendero empedrado conducía a una casona en medio de la arboleda. Se hace necesario en este punto explicar que la susodicha casona fue construida a principios del 

siglo veinte, como vivienda del músico alemán Karl Wilhelm Härtling Whilhemine, mejor conocido como Carlos Hartling, quien bautizó la propiedad con el nombre de “Quinta Berlín”.

Carlos Hartling (1869-1920) vino a Tegucigalpa el 27 de junio de 1896, contratado por el doctor Policarpo Bonilla para ser maestro de música y maestro de bandas. Se casó con Guadalupe Ferrari Guardiola y de ese matrimonio nacieron Enriqueta y Alicia Hartling. A pesar de su prominente contribución a nuestra historia e identidad nacional, su nacionalidad alemana le ocasionó conflictos a raíz de la Primera Guerra Mundial; injustamente vituperado y acosado, malvendió sus bienes y se trasladó a El Salvador, donde murió a la edad de 50 años.

La Quinta Berlín era una espaciosa residencia de robustas paredes de adobe revocado y pintado de blanco, techo de teja, ventanas de madera y piso de ladrillo de barro; la fachada principal daba al sur y estaba coronada por un amplio y alegre corredor, con una bellísima vista de Tegucigalpa; constantemente era barrido por un agradable viento fresco, ideal para colgar una hamaca. Bajo los estándares de principios de siglo seguramente era una vivienda de lujo. Los numerosos árboles del solar y el clima húmedo proporcionaban un perenne verdor natural, de paso muy atractivo para las aves que nos regalaban la música ambiental.

Desconozco lo sucedido en el ínterin, pero de los años 40 hasta los 70 la Quinta Berlín alojó a la familia Garay-Constanza encabezada por mi abuelo, Carlos Rodolfo Garay (1901-1993); en ese intervalo vio el nacimiento y crianza de 10 hijos y unos cuantos nietos, que poco a poco fuimos llenando los espacios de la cómoda edificación.

La tanda de los hijos fue inaugurada por Carlos Guillermo (1943-2010), Memo para sus allegados, Carlos, o simplemente Garay para el mundo social y artístico. Carlos Garay es considerado el más alto exponente del paisajismo hondureño, pasión y vocación que sin duda surgió y se alimentó del ambiente de la Quinta Berlín, especialmente la vista de Tegucigalpa, plasmada magistralmente en numerosas telas que, con otros bellos paisajes de Honduras hoy se exhiben en museos y colecciones privadas de Estados Unidos y Europa, en galerías de renombre internacional.

Nunca lo sabré con certeza pues no hice la pregunta a tiempo, pero puedo elucubrar que mi abuelo escogió el nombre de su primogénito inspirado en el ilustre músico, que dejó impregnada su personalidad en la morada y a quien él solía referirse con gran respeto y admiración. Casualidad o no, es irrefutable que los dos más insignes ocupantes de la Quinta Berlín compartieron entre otras cosas, su pasión por el arte y su nombre (Karl Wilhelm en alemán es equivalente a Carlos Guillermo en español).

Entre otras personalidades destacan asimismo de esa camada de hermanos, Ramón Alfredo (Moncho) y Francisca (Chica). Ramón Garay también escuchó el llamado del arte y luchó denodadamente y con buen suceso por escapar de la sombra de Carlos Garay y hacerse reconocer como pintor con estilo propio. Chica fue y sigue siendo un personaje sui géneris, adoptó el uniforme de la Escuela Francisca Reyes como su estilo personal, amiga o conocida de mundo y raimundo gracias a su incomparable don de gentes.

A mí me tocó en suerte inaugurar la tanda de los nietos, viví en el sitio mis dos primeros años y lo consideré siempre como mi favorito; en mis visitas regulares me relacionaba bien y hasta aprendí un par de trucos nuevos con la muchachada del barrio.

Todos los escritos que he encontrado sobre Carlos Hartling hacen mención de la Quinta Berlín como un lugar mítico; quienes la conocimos fuimos cautivados por la magia y el encanto que nunca perdió. En los 70 la propiedad pasó de regreso a sus propietarios y con nostalgia esperé verla transformada en un moderno complejo de apartamentos o “town houses”; para mi gusto había acumulado suficiente historia y brindaba un marco ideal para un atractivo museo. Nada de eso ha sucedido, en cambio la casona quedó abandonada, cayéndose a pedazos y finalmente fue demolida, como una metáfora de la fortuna de su inmortal constructor. (J. Rivera)