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Profesionales liberales, respaldan postura a favor de gobierno de Integración Nacional

13 Agosto 2016

 

Señor Secretario:

La Asociación Liberal de Profesionales de la cual soy Vocal por Economía, emitió la semana pasada un pronunciamiento haciendo suyos los conceptos vertidos por el Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal en la Propuesta que éste Alto Organismo hace para la integración de un Gobierno de Conciliación Nacional de estructura civilista.

Como no tuve oportunidad de exponer mis punturas de vista cuando se discutió el mencionado Pronunciamiento, por medio de la presente quiero hacerlo en la forma siguiente:

Estimo que la Asociación Liberal de Profesionales en su carácter de organización auxiliar del Concejo Central Ejecutivo debe estar sujeta a una estricta disciplina partidista, pero ésto no quiere decir que esté inhibida a exponer sus puntos de vista en torno a cualquier tipo de resoluciones que tome Nuestra Máxima autoridad en receso de la Convención, sino al contrario que por su mismo carácter de organismo auxiliar está obligada a exponer su criterio profesional para orientar mejor y en forma científica y objetiva la función dirigente del Consejo Central Ejecutivo.

Me parece que en el caso particular del Pronunciamiento en mención, la Junta Directiva de la Asociación Liberal de Profesionales pecó de precipitación al no analizar en todas sus partes la Propuesta del Central Ejecutivo, al no preveer lo que su vigencia significaría para nuestro partido y para el país y al no tomar en cuenta una serie de consideraciones que en el curso de la presente trataré de exponer.

Si bien es cierto que la Propuesta del Consejo Central Ejecutivo tiene aspectos interesantes que recogen el sentir y pensar del Liberalismo y del pueblo hondureño, también lo es el hecho de que incurre en apreciaciones que olvidan totalmente nuestra realidad y que pasa por alto aspectos que un partido jamás debe pasar.

Nuestra Máxima Autoridad en la mencionada Propuesta entre otras cosas afirma lo siguiente:

  1. Que una de las causas fundamentales para que el pueblo hondureño se haya quedado a la zaga del progreso es la división de los hondureños en bandos irreconciliables.
  2. Que nuestros partidos políticos son el fruto de la ambición y del afán desenfrenado de disfrutar inmoralmente el poder.

A mi juicio el estancamiento del progreso nacional no tiene como causa fundamental el factor que le da en llamar distanciamiento provocado por los bandos políticos; estimo que semejante afirmación conlleva el olvido de que existen causas objetivas que realmente sí han determinado nuestro atraso y que la Dirección Suprema de nuestro Partido no debe desconocer.

Por otra parte considero importante enfatizar en que el pueblo hondureño en su base misma no está dividido, al contrario, tiene común denominador el deseo de salir de su postración económica y tengo la convicción firme y sincera de que en forma unánime seguiría la bandera que enarbola un gobierno de progreso y de respeto a sus más caros intereses; la división provocada por los bandos políticos se observa únicamente en las esferas dirigentes de esos bandos.

La existencia de partidos políticos en Honduras no es el fruto de la ambición y del afán desenfrenado de disfrutar deshonestamente el poder político; su existencia obedece a un fenómeno nada singular en toda sociedad democrática. Afirmar que su existencia tiene como causa lo que apunta el Consejo Central en su Propuesta es darle a nuestro Partido una función política distinta a los elevados fines que proclama su Declaración de Principios y olvidar la inquietud eminentemente republicana y democrática que animó a sus preclaros fundadores. Además dicha afirmación pretende desconocer el proceso histórico de la Nación y las realidades económicas y políticas que dieron vida a la organización que pertenecemos.

El Consejo Central Ejecutivo se preocupa por buscar procedimientos adecuados para encarar con revolucionario atrevimiento la superación nacional, y la solución buscada la encuentra en un gobierno de concentración nacional donde se distribuyan los puestos de la administración pública matemáticamente entre los partidos políticos que concurran al proceso electoral.

Sobre ésto pienso que el Consejo Central estima a nuestro Partido incapaz de dirigir una administración pública honesta y patriótica y que efectivamente sea garantía de conciliación y de progreso; y que únicamente deposita la confianza para ello en su gobierno que sea el fruto de un simple acuerdo en las cumbres dirigentes de partidos con plataformas políticas distintas y con puntos de vista discímiles en la solución de la problemática nacional.

Todo programa de desarrollo democrático y progresista necesariamente tiene que contar con el apoyo unánime del pueblo y de las fuerzas vivas del país y si esto lo consideramos como un infalible postulado político, no veo la razón para que se invoque como solución para obtener ese respaldo, el acuerdo entre organizaciones políticas antagónicas.

El Partido Liberal de Honduras está en capacidad para desarrollar ese programa de gobierno democrático y progresista, y es más, está en capacidad de llegar al poder por su volumen de opinión popular, por su prestigio internacional y por que cuenta con hombres de reconocida integridad moral y capacidad administrativa. Tiene la feliz oportunidad de hacer un gobierno sin necesidad de pactar con quienes son la expresión política de la fracción del Ejército que consumó la traición el 3 de octubre de 1963 y el único pacto que debe suscribir es el de que el Ejército y las demás fuerzas políticas del panorama nacional, respeten la voluntad del pueblo mismo, a las fuerzas vivas del país y a las organizaciones internacionales que proclaman la democracia representativa como el único régimen político que presenta las condiciones apropiadas para el progreso nacional y económico dentro de los marcos de la libertad.

Estamos viviendo la época de la planificación económica democrática; esa planificación demanda por sobre todo y ante todo una administración pública eficáz, un equipo de hombres identificados totalmente con el plan de gobierno a ejecutarse y un creciente fortalecimiento del equipo gobernante para asegurar el pleno éxito de los planes económicos.

Quién ejerza el Poder Ejecutivo debe tener amplia libertad para seleccionar el personal que colaborará con él en la dirección del país, para seleccionar su equipo de trabajo; debe estar exento de toda norma constitucional que lo inhiba a incorporarse a ese equipo al personal más capaz e idóneo; debe gozar de absoluta libertad para escoger a quienes harán con él un gobierno que no solo lo prestigie a él sino también –y esto es lo más importante- al Partido que lo llevó al poder.

Sobre éste particular creo que hay que hacer de nuestro Partido un Partido Gobernante y no un Partido con gobernantes; creo que hay que hacer de él el real conductor de los destinos del pueblo y no un gigante soñoliento a merced de la persona a quien éste gigante llevó en sus hombros al poder. Y esto debe ser así por una razón muy sencilla; porque el Partido es una institución con intereses permanentes, en cambio el gobernante es un accidente en la vida del Partido que ha satisfecho sus aspiraciones personales de escalar la máxima dirigencia de la nación.

En el caso concreto que estamos analizando pienso que tal como el Consejo Central plantea el problema, serían los partidos políticos minoritarios quienes sugerirán al Presidente de la República la cuota que les correspondería de Ministros, Subsecretarios, Oficiales Mayores y otros cargos con capacidad de decisión y éstos partidos minoritarios que nosotros sabemos quienes son y que conocemos perfectamente bien cuál ha sido su conducta en el plano político nacional, propondrían a las personas que fueran para ellos garantía fiel del cumplimiento de cualquier plan tendiente a impedir el correcto y armónico desenvolvimiento del Plan de Gobierno del partido mayoritario.

Soy de los que creo que el equipo gobernante deben concurrir los talentos más conspicuos de la Nación sean del partido político que sean; pero de esto a dejar estatuído en la Constitución el reparto matemático de los puestos de la Administración Pública significa lo siguiente:

  1. Que el Presidente de la República tendrá que aceptar en su equipo de gobierno a personas que no merecen su confianza;
  2. Que el gobernante se vería en serios problemas al escoger su personal para no romper el equilibrio de puestos de alta categoría que la Constitución le ordena mantener;
  3. Que no contaría con un equipo administrativo sólido, identificado totalmente con su plan de gobierno y menos aún fortalecido por cuanto se llevarían al seno mismo del Gobierno los elementos partidistas discímiles a plantear sus diferencias; experiencia ésta que ha dado pésimos resultados en otros países.

Yo creo, estimado Señor Secretario, que la propuesta del Central Ejecutivo evidencia un peligroso complejo de inseguridad en la fortaleza misma de nuestro Partido, pues piensa que sólo mediante la participación del Partido Nacional en el reparto de los puestos públicos puede de nuevo arribar al Poder. Sobre esto quiero ser enfático: o llegamos al poder libres de ataduras a hacer un gobierno democrático y progresista que logre la real unidad de la familia hondureña o no llegamos; lo contrario significaría arribar enredados en una serie de pactos que la experiencia histórica nos señala como la forma menos aconsejable de escalar el mando supremo de la Nación.

La conciliación de los hondureños, ya se ha dicho, no se logra mediante el reparto matemático de los puestos burocráticos; éste tipo de conciliación que es la bandera carcomida que siempre han enarbolado los grupos políticos más desprestigiados del país, sólo concilia a quienes participa en el reparto del Presupuesto; la conciliación real es la conciliación que se verifica en la base misma del Pueblo, conciliación que se hace efectiva mediante el establecimiento de relaciones fraternales entre los diferentes sectores que son nervio y vida del progreso nacional: relaciones fraternales entre el capital y el trabajo; entre propietarios y no propietarios, entre productores y consumidores, entre el Estado, la empresa estatal y la empresa privada; entre el capital privado extranjero y el interés nacional; entre gobernantes y gobernados, todo esto a través de una sabia política democrática y revolucionaria y de respeto a los derechos humanos y a las garantías sociales e individuales y, finalmente, mediante la justicia social y la distribución justa y equitativa del ingreso nacional.

Unas relaciones fraternales y una política de éste tipo vendrían forzosamente a hacer caer por su propio peso a los argumentos conciliatorios de quienes han sido desplazados del poder por el pueblo por su incapacidad y deshonestidad, a fortalecer popularmente la posición de quienes lo jercen por su mandato supremo y responsable y a inaugurar una era de verdadera y democrática conciliación nacional.

Es natural que todo lo delineado anteriormente implica una lucha infatigable y quizá dura y cruenta; pero el Partido Liberal está en capacidad de realizarla; tiene un aparto político en todo el país, tiene una base popular que ya la desearan otras organizaciones política y tiene en su haber un volumen de realizaciones que lo prestigian nacional e internacionalmente; de momento todo depende de la disposición de lucha que demuestren quienes dirigen los destinos de nuestro Partido.

No debemos tener temor en pactar, pero jamás debemos pactar por temor –dijo el inolvidable Presidente Kennedy-; en nuestro caso jamás debemos pactar con quienes significan en nuestra patria la traición y la reacción; el único compromiso –repito- a que deben someterse las Fuerzas Armadas y las otras organizaciones políticas del país es a respetar la voluntad popular libremente expresada.

Finalmente, Señor Secretario, quiero dejar constancia de mi absoluta disciplina a las decisiones del mando supremo del Partido Liberal; de mi disposición indeclinable de luchar por hacer vigentes mis puntos de vista si el Partido así lo determina y de mi firme voluntad de servir con desinterés y con lealtad a la causa del liberalismo hondureño.

Tegucigalpa, D.C. 1º de diciembre de 1964

Aníbal Delgado Fiallos

Al Señor Secretario del Interior de la Asociación Liberal de Profesionales,
Casa del Partido.