27 Febrero 2016
Por: Juan Ramón Martínez.
Whiting Willauer, nacido en Nueva York el 30 de noviembre de 1906, fue embajador en Honduras entre 1954 y 1958. Posteriormente lo fue en Costa Rica. Tuvo una destacada intervención en la caída de Arbenz Guzmán, presidente de Guatemala, organizando el apoyo que Honduras dio a Castillo Armas y a sus tropas que, invadieron a Guatemala en junio de 1954. Llegó a Tegucigalpa en febrero de 1954 y presentó sus cartas credenciales ante Juan Manuel Gálvez, un mes después. Antes, había estado en China a principio de los cuarenta del siglo pasado, en donde participó, ya al servicio del gobierno de su país, en la lucha en contra de los comunistas. Era un ferviente anticomunista y personaje típico de la política exterior de entonces, encuadrada en la guerra fría que desde 1947 se había desatado entre Estados Unidos y a su hasta entonces aliada, la Unión Soviética. Era un hombre “soberbio, más político que diplomático” (Vicente Williams, carta a JRM, Anales Históricos, La Tribuna 13 de febrero de 2016), alcohólico de elevado consumo, amigo de lo espectacular, interesado en llamar la atención y abiertamente intervencionista en los asuntos internos de los países en donde estuvo acreditado. Especialmente en Honduras.
Su anticomunismo era firme y visceral. “Había aprendido sobre el comunismo de la fuente original. En calidad de mano derecha del general Claire Chennault en la compañía Civil de Transporte Aéreo, había trabajado en la CIA y con los nacionalistas chinos en la década de los cuarenta. Mientras lo hacía, había presenciado el triunfo comunista en China” (Lery, Perilous Misionns, citado por Piero Gleijeses, En La esperanza Rota, editorial Universitaria, Universidad de San Carlos de Guatemala, 1991, página 398). Antes de ser designado para Honduras, fue candidato para ocupar el cargo en Guatemala. La designación en Honduras no le entusiasmó, inicialmente. En una declaración suya en el Consejo de Asuntos Mundiales, en 1960, dijo que, “supongo que la mayoría de ustedes han buscado a Honduras en sus mapas antes de venir aquí. Debo confesar que yo tuve que hacerlo cuando por primera vez se sugirió que debería ser embajador. (Willauer, Draf no. 1. Speech Ford WorldAffairs Council 12 de noviembre de 1960, en Gleijeses, obra citada, paginas 398, 399, 400). El autor citado agrega que Willauer “no había puesto un pie en Centroamérica antes de llegar allí en calidad de embajador. Pero si sus conocimientos eran pobres, sus instintos eran seguros. (Él creía) que usando la clandestinidad y el engaño, los comunistas estaban preparándose para repetir sus triunfos asiáticos en el corazón del Mediterráneo americano. Si lograban consolidar su control en Guatemala, la infección se propagaría. Honduras sería la próxima en caer y después las otras repúblicas centroamericanas” (Willauer, Draf No. 1)).Dentro de la concepción de la “guerra fría”, Estados Unidos debía contener, con todas las armas disponibles, cualquier avance soviético en la región. Arrogante y seguro, Willlauer se sentía orgulloso de ayudar a cambiar el curso de los acontecimientos. “El equipo de embajadores de la CIA en América Central incluía solamente a Peurifo y, Willauer y Whelan, quienes desempeñaban cargos en los tres países que participaron en el complot en contra del gobierno de Guatemala. Hay que agregar que Willauer ha reconocido modestamente que Peurifo y (embajador en Guatemala) era el “hombre” en el equipo de embajadores lanzado contra de Arbenz, pero el también “había sido convocado para realizar tareas muy importantes, especialmente para mantener a raya el gobierno de Honduras…., de manera que permitieran que continuara esta actividad revolucionaria (de Castillo Armas), con base en Honduras”. Los observadores exteriores, tenían la impresión que el gobierno de Gálvez temía que la invasión de Castillo Armas, apoyada en forma secreta por Estados Unidos, pudiera fracasar. Y que, conociendo la volatilidadde los estadounidenses, anticiparan que, en el último momento, le quitasen el apoyo a Castillo Armas. Y que entonces, se produjese una guerra caliente” entre Guatemala y Honduras. Willauer escribió que “les causaba miedo espantoso la posibilidad que ellos mismos (los gobernantes hondureños) fuesen derrocados”. Willauer, que conocía de estas dudas, escribió que “el gobierno de Gálvez en Honduras se asustó por el movimiento de Castillo Armas, hasta el punto que en febrero de 1954, lo obligaron a parar sus actividades casi por completo. Sin embargo, esta pérdida de valor no duró mucho tiempo y en abril de 1954, se le permitió a Castillo Armas continuar con los preparativos en Honduras”. No hay que descartar que este cambio, fuera obra del desempeño persuasivo de Whiting Willauer. Sin embargo, el 27 de mayo siguiente, el Ministro de Relaciones Exteriores, Edgard Valenzuela, hizo comparecer a Castillo Armas a la Cancillería para decirle: “No admitiremos que desde nuestro país salga una incursión contra cualquier país hermano. Honduras está sumamente preocupada por mantener su neutralidad. Usted y sus amigos pueden ser objeto de severas sanciones”. (Carlos Manuel Pellecer, Arbenz y yo, Artimes Edinter, 1997, página 236). La “llamada de atención” era para guardar las apariencias.
El gobierno de Arbenz, mantenía una gran cercanía al PGT (comunista), y algunos de sus líderes ocupaban altos cargos gubernamentales. Esto era inaudito hasta entonces, porque los partidos comunistas habían venido a menos en casi todo el continente. Además, el impulso de una reforma agraria que afectó terrenos baldíos de la compañía frutera estadounidense, convenció al gobierno de Eisenhower que era un peligroso gobernante comunista que había que sacar del poder. La compra de armas para el Ejército, en Checoslovaquia, disparó las alarmas en Washington y determinó el futuro de Arbenz. Castillo Armas que residía exiliado en Tegucigalpa, fue escogido para dirigir una invasión desde Honduras. En el barrio Buenos Aires, está en pie, la casa en donde se entrenaban algunas de sus tropas. En junio de 1954, estas tropas, mal armadas y muy mal dirigidas, aunque apoyadas por aviones que salieron de Nicaragua e incluso de Honduras, apenas conquistaron Chiquimula. Sin embargo el ejército de Guatemala, se negó a combatir, porque sus líderes estaban convencidos que si Arbenz derrotaba a Castillo Armas, los estadounidenses –que tenían buques anclados en el Caribe– invadirían Guatemala para derrotarlo. Y que, ellos, sufrirían la vergüenza de resistir –ante una derrota anunciada– o rendirse. Lo que, igualmente les llenaría de deshonor.
“El 25 de mayo de 1954, el embajador hondureño en Guatemala, se marchó repentinamente (de la capital guatemalteca), de acuerdo con las instrucciones urgentes de su gobierno. Funcionarios guatemaltecos explicaron que la súbita partida no presagiaba una ruptura de relaciones diplomáticas; pero el diario de oposición El Imparcial se apresuró a disipar esas ilusiones. “En círculos bien enterados”, señaló, “se comenta que el embajador (Jacinto Octavio) Durón no volverá… El Embajador se marchó con todo, incluso sus reservas de vino y licor. Su equipaje incluía cinco cajas de champagne, cuatro de wiski y cinco de vino de mesa francés”. (Gleijeses, 424). La propaganda de los enemigos del gobierno de Guatemala, hablaban de concentración de tropas en la frontera con Honduras, presagio de una segura invasión a “la pacífica e indefensa Honduras”. La Nación de Costa Rica, del 25 de mayo de 1954, dijo que la guerra entre Guatemala y Honduras era inminente. El 18 de junio los hombres de Castillo Armas cruzaron la frontera entre Honduras y Guatemala. Algunos periodistas dijeron que lo habían empezado a hacer el 17 de junio. Las tropas eran, militarme insignificantes. Poco efectivas, por lo que eran fácil derrotarles por el ejército guatemalteco que tenía unos 6,000 hombres. Unos pocos días después, oficiales amigos y compañeros de armas de Arbenz le pidieron la renuncia, en la esperanza que los nuevos gobernantes militares les dieran satisfacción a los estadounidenses una, de que sacaran los comunistas del poder, dejarían de apoyar a Castillo Armas, permitiéndole a los sucesores, salvar algunas reformas de la revolución de octubre de 1944. El 28 de junio, Arbenz renunció de la presidencia. Las embajadas se llenaron de exiliados. En la de Argentina se asiló Ramón Amaya Amador, el famoso novelista hondureño. Arbenz lo hizo, con su familia, en la de México ese mismo día. Aquí también se refugió el Doctor Ernesto Guevara Linch, que recalando en México, se agregó al grupo de Fidel Castro, que cinco años después, derrocaría a Batista e inauguraría el único gobierno latinoamericano exitoso, enemigo de los Estados Unidos, apoyado por la Unión Soviética.
En abril de 1954, un incidente ocurrido en el muelle de Puerto Cortés, provocó la huelga de los trabajadores bananeros de la Costa Norte. La huelga, que había estallado a finales de abril y a principios de mayo involucró “a los cuarenta mil trabajadores de la United Fruit y de la Standard Fruit de Honduras, los dos gigantes estadounidenses que monopolizaban la producción de bananos allí” (Gleijeses 412). Esto preocupó mucho a Willauer. El 9 de mayo, cablegrafió a Washington diciendo que “aunque era probable que el gobierno hondureño mantuviera el control, el tenía importantes reservas” (Memorándum forthe Chairman, Joint Chiefs of Staff, 13 de mayo de 1954). Cosa típica en un hombre como Willauer que, no disimulaba en su trato con las elites hondureñas, su desconfianza sobre su habilidad para enfrentarse a los retos. Ese mismo día, los hermanos Dulles, en Washington, comentaron: “Talvez tengamos que mandar fuerzas (a Honduras)… pero todavía no es necesario””. Ellos creían que la huelga sería dominada. “Pero no fue así; la huelga se extendió a Tegucigalpa y a otras ciudades. El 23 de mayo, alarmado el Presidente Gálvez pidió que dos buques de guerra estadounidenses fondearan a la altura de la Costa Norte, listos para desembarcar a los marinos si fuera necesario”. (Secretaria de Relaciones Exteriores de la Republica de Honduras, 23 de mayo de 1954, citado por Gleijeses, página 413). Para los hondureños y por supuesto para Willlauer, detrás de la huelga estaba el Partido Comunista de Guatemala y sus activistas. El creía que la huelga de los trabajadores bananeros, tan bien organizada, no podía ser obra de los nativos hondureños, en cuya capacidad el diplomático no creía. (Todos sus empleados domésticos suyos, así como sus choferes, eran chinos, lo que confirma la opinión que tenía sobre los habitantes del país en donde estaba asignado).
Además, era una tentación, usar y vincular la huelga bananera con el gobierno de Guatemala, como medio para justificar su derribamiento. Un escritor estadounidense escribió que “Si Nicaragua, Honduras y Guatemala se unían rápidamente en un nuevo dominio rojo, entonces los Estados Unidos se enfrentarían a la difícil situación de librar otra guerra de Corea cerca de su territorio o dejar que la América Central, se convirtiera en otra Indochina”. (Monroe, Guatemala: Whatthe Red LeftBehind, pagina 63, citado por Gleijeses) Estábamos en plena “guerra fría”, en que por primera vez un partido comunista había logrado influencia singular en el continente y también, la primera oportunidad que armas del este comunista, ingresaban en la zona influencia de los Estados Unidos.
En agosto de 1954, empezó la campaña electoral para suceder al presidente Gálvez. Willauer, de acuerdo a sus intuiciones e informes originados en el entorno de Carias Andino, Williams, Gálvez y Lozano, creyó que la situación desembocaría en una guerra civil; que Villeda Morales era comunista, o amigo de los comunistas. En la crisis que se creó después del 10 de octubre de 1954, Williauer intervino abiertamente en las negociaciones, presionando para que el elegido no fuese “Pajarito” como llamaba al candidato y líder liberal. La oferta del general Williams Calderón en el sentido que se eligiera a Villeda; pero que inmediatamente renunciara en su vicepresidente, Enrique Ortez Pinel, posiblemente fue obra deWillauer que, intervenía abiertamente, ofreciendo opiniones que pretendían cambiar el curso de los acontecimientos. Era un diplomático a la antigua, egocéntrico, misionero y civilizador, etnocéntrico y convencido de la superioridad de los blancos que, pese a todo, le temían mucho a los comunistas y a los revolucionarios. De Carias Andino, no tenía una buena opinión. Creía que su anticomunismo era oportunista e instrumental, solo para usarlo en contra de los liberales y, aparentemente, sabía que apoyaba al PRD, con el fin de atraer para su candidatura, el apoyo de los obreros. No confiaba en Lozano, por su temperamento inestable y tenía sus reservas sobre el carácter flemático de Gálvez. Al que le dispensaba más confianza, era a Williams.
El 19 de agosto 1954, Willauer firmó con el gobierno de Honduras el Tratado de Ayuda Militar y Asistencia Recíproca. En el acto, dijo que “El Convenio Bilateral de ayuda militar tiene importancia para el logro de la paz. Un país que cuenta con pequeños resguardos, jamás puede llevar adelante un plan de Seguridad interna o internacional. Se hace necesario un poder central militar que responda a la técnica y a las exigencias de la seguridad nacional e internacional” (Matías Fúnez, Los Deliberantes, página 163). Dos años después, se creó el Primer Batallón de Infantería que sería desplegado para recuperar el Cuartel San Francisco, tomado por estudiantes universitarios y líderes liberales, en complicidad con algunos militares. En este incidente fue muerto el comandante del Primer Batallón, Mayor Juan Pablo Silva que estaba implicado en el complot para derribar a Lozano Díaz, confabulado con profesionales, estudiantes y exmilitares liberales. (Ver Asalto al Cuartel San Francisco, Juan Ramón Martínez, Ed. 18 Conejo, 2003, Tegucigalpa, Honduras) Cuatro años antes, en 1950, se había establecido, en virtud de un convenio suscrito entre el gobierno de Gálvez y el de Estados Unidos, “una Misión del Ejército estadounidense en Honduras y el Convenio para establecer una Misión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Honduras”. (Honduras, Leyes y Decretos, etc. Decretos del Congreso Nacional, 1950-54, citados por Mario R. Argueta en Juan Manuel Gálvez, Su trayectoria gubernativa, página 48) La embajada de Estados Unidos, reportó desde Tegucigalpa, que “Gálvez cree que un ejército demasiado grande es obviamente peligroso, lo que también era pensamiento de su predecesor (Carias Andino) (Erwind, al Departamento de Estado, citado por Argueta, página 49) La actualización de las Fuerzas Armadas, fue un proceso que duro casi todo el periodo de Gálvez; pero que no rompió con el modelo anterior de un ejército al servicio de los políticos. La creación de nuevas unidas militares modernas, coexistieron con el viejo modelo de los comandantes de armas que hasta 1955, siguieron siendo leales a Carias Andino. Lozano, ese año, empezó a cambiarlos por incondicionales suyos.
A fines de agosto de 1956, la situación política hondureña era muy tensa. Lozano Díaz, en su afán continuista, había aumentado la represión a las libertades públicas. Y no había podido consolidar a su alrededor; ni siquiera a todas las fuerzas del Partido Nacional. Ramón Villeda Morales, Óscar Flores y Francisco Milla Bermúdez, fueron expulsados del país, vía Guatemala, hacia la República Dominicana. Al final, por gestiones de la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, el gobierno de Guatemala, que solo les había dado unas pocas horas de estancia en su territorio, les permitió que fueran recibidos por José Figueres en Costa Rica. Con lo que se puede intuir que la Embajada de USA en Tegucigalpa no veía bien los actos en contra de la oposición política. Y lo que explicaría que, Lozano y Gálvez enviaron a Roberto Gálvez Barnes, Ministro de Fomento a Washington para que entrevistara con Willauer, para buscar cambiarle la opinión que tenía al respecto. Este no lo quiso recibir. En estas condiciones, el 7 de septiembre de 1956, se celebraron elecciones, en las que Lozano, usando los comandantes militares leales, le “metió capote” a los liberales, según la jocosa expresión de Gálvez Durón. Willauer se mantuvo bien informado de las negociaciones que se produjeron entre delegados de Carias, Lozano y Williams para repartirse los diputados en dos fórmulas: la primera, Williams 21 diputados; Carias 21 diputados y Lozano 14 diputados. La segunda, para disgusto de Carias, fue cambiada a 20-20-18, para darle oportunidad a Lozano de integrar a su lista a dos dirigentes obreros. (John C Pool, 10 de septiembre de 1956, AG 84, Box 4, cortesía de Mario Argueta). Carias sospechaba que Williams y Lozano, se pondrían de acuerdo y le derrotarían en la elección que efectuaría la Asamblea Constituyente de Noviembre de 1956. Willauer, en cambio, buscaba un acuerdo entre los nacionalistas, para por ese medio, frenar a los liberales y evitar la posibilidad de la guerra civil que anticipaba con preocupación. Por eso creía, que la Asamblea Constituyente que se instalaría en el mes de noviembre de 1956, elegiría a Williams Calderón como presidente Constitucional, el que le parecía el mejor de todos. Pero también sabía que la Fuerza Aérea y las principales unidades militares de Tegucigalpa y SPS, estaban contra Williams y que Roberto Ramírez y Andrés Alvarado Puerto estaban haciendo contactos para un golpe de estado en contra de Lozano (Memo octubre 14, 1956 RG 84, caja 4). Lozano, enterado de este posible curso de acción, experimentó enojo singular, al extremo que sufrió una parálisis en la mitad de su cuerpo (Norman E. Warner, agosto 21 de 1956, AG 84, caja 4).
El 21 de octubre las Fuerzas Armadas se sublevaron en contra de Lozano y le exigieron la renuncia. Lozano salió del país hacia Miami y una Junta Militar integrada por Roque J. Rodríguez, Héctor Carraccioli Moncada y Roberto Gálvez Barnes, asumió el poder, comprometiéndose a celebrar elecciones libres para regresar al estado de derecho. Celebradas las elecciones, el PL obtuvo la mayoría absoluta de los diputados a la Constituyente. Los militares, estaban, de acuerdo con su proclama, obligados a convocar a nuevas elecciones para elegir al Presidente de la República y a los diputados del Congreso. Los liberales temerosos de la posible candidatura de Gálvez, -respaldado por un Partido Nacional unificado, creían que podían ser derrotados –por lo que estos negociaron con los militares, contando con la intervención de Willauer, para que la Constituyente, eligiera a Villeda Morales como presidente de la República. Como esto afectaba los intereses del expresidente Gálvez, que había anticipado la posibilidad de ser candidato de un Partido Nacional unificado, su hijo Roberto Gálvez Barnes, miembro de la Junta Militar, interpuso la renuncia de la misma, argumentando que los militares habían violado la palabra empeñada. Para entonces, había emergido la nueva figura que dominaría la política nacional por mucho tiempo, el coronel Osvaldo López Arellano, el que además de ostentar el cargo de Ministro de Defensa, -donde su asesor era Ricardo Zúniga Agustinus -fue integrado en la Junta Militar de Gobierno que con la renuncia de Gálvez Barnes, había quedado reducida a un sola miembro, el coronel Carracioli. López Arellano, más relacionado con los políticos, se volvió el mejor interlocutor en las negociaciones para violar la Proclama de las Fuerzas Armadas y permitir que la Asamblea Constituyente eligiera a Villeda Morales como Presidente Constitucional. A cambio, los liberales recibieron una presidencia mutilada, bajo la tutela de las Fuerzas Armadas, dando a cambio, además, la autonomía para las Fuerzas Armadas. En efecto, en la Constitución de 1957, se estableció un capítulo que no solo le dio la autonomía a las Fuerzas Armadas, sino que convirtió al Jefe de las mismas, en un co-presidente que, en caso de discrepancias con el Presidente de la República, le correspondería al Congreso Nacional resolver las diferencias. Estas negociaciones se celebraron en lago de Yojoa, en una de las residencias veraniegas de la United Fruit Co. Y constituyeron lo que se conoció como el “Pacto de Agua Azul” -del cual no se conocen actas o documentos que confirmen su existencia- y en el cual Willauer, logró sus finalidades: debilitar el mando de Villeda Morales, encausar el nuevo liderazgo de Osvaldo López Arellano y sentar las bases para el fin de la corta primavera liberal, ocurrido el 3 de octubre de 1963. Además logró, debilitar el caudillismo civil, facilitando el caudillismo institucional de carácter militar, sometido a la dirección en su primera fase, por López Arellano y Ricardo Zúniga Agustinus. Y consiguió, eliminar el fantasma de la guerra civil, en la medida en que fortaleció a las Fuerzas Armadas, convertidas en el árbitro indiscutible, en vista del monopolio de las armas institucionales del país.Willlauer, termino su misión en Honduras, dejando el país en 1958. En 1959, fue nombrado embajador en Costa Rica. Poco tiempo después, murió el 6 de agosto de 1962, en Massachusetts, a los 56 años de edad, presumiblemente por efectos de un debilitamiento hepático de su organismo.
Tegucigalpa, febrero 15 del 2016
Fuente: latribuna.hn