24 Octubre 2015
Por: Roberto R. Mazzoni.
En mi libro “Un pueblo en busca de sus símbolos nacionales. La historia del Himno Nacional de Honduras” mencionaba que fue hasta la constitución de 1864 que Honduras se constituyó en República sobe rana, libre e independiente (Arts. 1 y 2), pues en la Constitución de 1848 todavía se le caracterizaba como un Estado dentro de la Confederación de Centroaméri9ca establecida por el Pacto de Nacaome entre Honduras, El Salvador y Guatemala. La vocación centroamericanista hacía que se esperara la restauración de la República de las Provincias Unidas de la América Central19.
En 1850, el Presidente Cabañas declaró que, como Presidente del Estado de Honduras, “levantaba el estandarte nacional de Centroamérica” y dijo que hasta ese momento “el ser político de los estados es de hecho y está en oposición al pacto del 24” (1824), año de la primera Constituyente de Centroamérica.
En esas condiciones, no se buscaban símbolos o estandartes nacionales de Honduras.
No obstante, la realidad terminó por imponerse y en pocos años los otros cuatro países crearon sus propios símbolos nacionales.
Honduras siguió usando el escudo que tenía durante la unión centroamericana; en cambio, su bandera fue establecida oficialmente en 1866, por decreto del Presidente General José María Medina. Fue también en esos años que se empezó a usar como himno en los actos oficiales una marcha compuesta en honor al Presidente de El Salvador, Gerardo Barrios, liberal centroamericanista. Pero esa marcha fue abandonada cuando Medina dejó la presidencia. No obstante, era evidente la necesidad que existía de contar con un himno nacional propio.
En el libro antes mencionado cité un comentario que apareció en la Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales de Honduras, en 1907, cuyo autor señalaba que hasta ese año Honduras era el único país de América que no tenía un himno nacional adoptado oficialmente. Retomo aquí la cita:
“Honduras es el único país de América que no tiene un himno nacional adoptado oficialmente. Para hacer los honores a su bandera y para las grandes solemnidades públicas no ha contado más que con una marcha, de autor desconocido, melancólica y doliente, como si el alma de Honduras, entristecida e inconsolable llorara en ella sus desgracias…20
Se trata de una referencia a la marcha usada en tiempos del General Medina, la que no era considerada oficialmente como el himno de la República.
En el periodo de los gobiernos positivistas no se hicieron esfuerzos por tener un himno nacional, pues estaban aliados con Justo Rufino Barrios, Presidente de Guatemala, en sus esfuerzos por restablecer la unión centroamericana.
Fue hasta el gobierno de Policarpo Bonilla que volvemos a encontrar indicios de un interés por contar con un himno nacional hondureño.
Policarpo Bonilla, Hartling, Membreño y el Himno Nacional
En el año 2008 escribí lo siguiente: “Durante el gobierno de Policarpo Bonilla se manifestó nuevamente, en forma sutil, el interés en tener un himno nacional representativo de Honduras. Esa idea tuvo su primer avance4 con la contratación de Carlos Hartling (1869-1920), que fue traído de Alemania para dirigir la recién creada Banda de los Altos Poderes (op. cit., Pág. 39). Sobre la Banda se ha dicho:
“Esta banda está acompañada de la historia del país. Nació en 1896 como banda marcial y banda nacional, tenía 82 integrantes”, comenta el actual director Héctor Conrado Chavarría. “La banda interpretó el himno oficialmente en 1915 y después le han seguido todos los actos protocolarios del Estado”, agrega”21
La Banda de los Altos Poderes fue creada en noviembre de 1896, luego de la llegada del músico alemán, el que fue contratado precisamente para dirigirla. Se le cambió oficialmente el nombre a Banda de los Supremos Poderes en 1940. No obstante, en la partitura impresa original de 1908 del Himno Nacional ya se le menciona como Banda de los Supremos Poderes
Sin embargo, no encontré ninguna otra mención o documento sobre alguna acción que se hubiera realizado, durante el periodo presidencial de Policarpo Bonilla, para resolver el problema que significaba la carencia de un himno nacional, a pesar de que la presencia de Hartling en Honduras y la creación de la Banda de los Altos Poderes indicaban indirectamente la posibilidad de que hubiera existido un interés por resolver esa ausencia.
Esta era la situación hasta octubre de 2010. Por esas fechas me encontraba realizando una investigación en el Archivo Nacional de Honduras cuando se acercó a mí el licenciado Ismael Zepeda y, después de los saludos correspondientes, me dijo que había visto un documento que podría interesarme. Me levanté y nos dirigimos a la mesa en que él había estado trabajando. Efectivamente, tenía ante mis ojos la respuesta manuscrita, fechada el 19 de agosto de 1897, a una carta en la que el Ministro de Gobernación de Policarpo Bonilla informaba al intelectual, jurisconsulto y político don Jerónimo Zelaya que se le había nombrado, junto con los doctores don Alberto Uclés y don Alberto Membreño, miembro del jurado de calificación de los himnos presentados por varios literatos de Tegucigalpa, uno de los cuales debería adoptarse como himno del Estado.
Se tenía así la confirmación de que a finales del siglo XIX ya se había convocado a los poetas hondureños para que presentaran propuestas de las cuales se habría de escoger una como himno del Estado. Quedaba comprobada y validada, mediante ese documento, la sugerencia respecto al interés del gobierno de Policarpo Bonilla en la determinación de la obra que habría de convertirse en el Himno Nacional de Honduras.
Inmediatamente fuimos a sacar una fotocopia del mismo y le tomé una fotografía digital que es la que aquí presento. También le propuse al licenciado Zepeda, reconocido historiador y ensayista sobre temas históricos que tiene en su haber interesante e importantes estudios, que escribiéramos conjuntamente un artículo al respecto. Pero me contestó que en esos momentos estaba trabajando en otro tema, investigación que deseaba terminar. Precisamente al estar revisando documentos (todavía no incluidos en el catálogo) en las cajas del Archivo Nacional correspondientes al año 1896, se encontró con este documento y reconoció la importancia que tenía para la historia del Himno. La casualidad quiso que ese día coincidiéramos los dos en el Archivo Nacional y así pudo platicar conmigo sobre este tema.
El texto de la respuesta que envió Jerónimo Zelaya es el siguiente. Se respetan los renglones (hileras) tal como los escribió:
1897
Tegucigalpa Agosto 19.
SR. Ministro de Gobernación -la Ciudad-
Por la atenta nota de Ud., fecha de ayer, veo complacido que el Supremo Gobierno me ha dispensado la honra de nombrarme juntamente con los doctores Don Alberto Uclés y Don Alberto Membreño miembro del jurado de calificación de los himnos presentados por varios literatos de esta ciudad a fin de discernir cuál debe adoptarse como himno del Estado.
Me es grato decir a Ud. que al aceptar agradecido tan honroso encargo, me complazco en ofrecerle las muestras de aprecio y consideración distinguida con que Soy su atento servidor.
Jerónimo Zelaya22
EL JURADO DE 1896
¿Quiénes eran estas tres personas seleccionadas para el jurado en 1896?
Sobre José Jerónimo Zelaya Leiva, el historiador Ismael Zepeda Ordóñez escribió un artículo publicado en “Anales Históricos” del Diario LA TRIBUNA23. En él informa que Jerónimo Zelaya “Se desempeñó en el cargo de Secretario de Estado en el Despacho de Relaciones en la administración de Luis Bográn (2883-1891) y en (en la de) Ponciano Leiva (1892). Es el único compatriota que aparece fotografiado en un álbum conmemorativo del Departamento de Estado (USA) en ocasión de la primera Conferencia Internacional Americana reunida en Washington, 1890, en donde se suscribió un tratado de arbitraje, al cual Honduras, posteriormente se adhirió”.
En esa conferencia estuvieron presentes, entre muchos otros destacados participantes don Manuel Quintana y don Roque Sánchez, argentinos que ocuparían la presidencia de su país en 1904 respectivamente; por Ecuador José María Camaño, que acababa de ocupar la presidencia de esa República; por México don Matías Romero, “amigo del presidente Grant”; el representante del Perú fue don Félix José Zegarra, educado en la universidad de Georgetown y embajador en Washington. Este último y Romero fueron elegidos vicepresidentes de la asamblea.
En esa Conferencia se propusieron en la agenda, “una unión aduanera, vías de comunicación; uniformidad de los derechos de puertos; pesas y medidas; disposiciones sanitarias; privilegios y propiedad literaria; extradición, bancos, moneda, leyes internacionales; tratados internacionales reciprocidad y el arbitraje”.24
La Conferencia fue recibida con recelo por los países latinoamericanos, que temían se convirtiera en unas coyuntura que facilitara la expansión de las fronteras de influencia estadounidenses. De hecho, la Unión Aduanera y el tema de la reciprocidad fueron rechazados ante los argumentos que presentó Argentina y el tratado de arbitraje fue aprobado solo después de fuertes discusiones. Quintana, el argentino, expresó: “N i tribunales permanentes, ni arbitrajes compulsorios, ni forma alguna de arbitraje que por sí o por lo que se derive de él, acarree el predominio de una nación fuerte sobre una nación débil… O no hay arbitraje”. Quintana alegaba que se debía incluir una cláusula de arbitraje sobre las renuncias territoriales forzosas.
La Conferencia terminó el 19 de abril de 1890.
Otro suceso importante que influyó directamente en la vida y en la carrera de Jerónimo Zelaya fue cuando se le atribuyó no haber intervenido con la suficiente energía, a pesar del cargo que ostentaba, a favor de la vida del Coronel Leonardo Nuila, casado con una de sus hijas. El Coronel Nuila protagonizó un sangriento levantamiento en Trujillo. Derrotado y capturado, se le fusiló poco después. Sin embargo, siete años después Policarpo Bonilla, con cuya causa simpatizaba Nuila, nombró a Zelaya Leiva para que participara en el jurado que elegiría la composición que serviría como himno del Estado de Honduras.
Otro de los jurados propuestos era Carlos Alberto Uclés (1854-1942), que fue Presidente del Poder Legislativo en el periodo 1899-1901 y nuevamente en 1920. En 1922 se le nombró Ministro Relaciones Exteriores.
Al doctor Carlos Alberto Uclés se le considera como uno de los fundadores de la prensa libre en Honduras pues, en la administración del General Luis Bográn, escribió desde una imprenta popular para externar las inconformidades de un movimiento surgido contra el régimen de Bográn e incluso fundó un periódico desde el que apoyó a Policarpo Bonilla. Cuando este llegó al poder fue de los creadores de la Constitución de 1894.
Rómulo Durón lo incluyó en su obra Honduras Literaria (Honduras liberaría: colección de escritos en prosa y verso, Ministerio de Educación Pública de la República de Honduras, 1958).
Entre sus obras se encuentran: Apuntes de la legislación penal en Honduras. Tegucigalpa, 1897, Don Froylán Turcios: su personalidad literaria, su última obra. Tegucigalpa, 1932; Discursos, artículos y poesías. Tegucigalpa, 1933 (2 volúmenes). Fue Rector de la Universidad Nacional de Honduras (1907-1908), 1916, 1920) y abogado destacado.
En un artículo de la sección Mundo Hispánico, en 1948 se le menciona como “rector de la Universidad de Honduras”, célebre político y poeta “que ha sido el alma de su Patria, Ministro de Relaciones Exteriores, Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente del Congreso, Diplomático, Magistrado, Literato y elocuente orador.25
En la implacable opinión de Paulino Valladares, “escribe y ha publicado versos que mejor deberían dormir eternamente en el panteón de la nada, pero su prosa es viva, flexible, original, chispeante y fina”.
Alberto Membreño (1859-1921), se graduó de Bachiller en derecho civil en la Academia del Estado de Honduras. En 1880 presentó el examen ante la Corte Suprema de Justicia para obtener su título de abogado; en los comicios de 1915 salió electo primer designado con el Preside4nte Francisco Bertrand. Este pidió licencia de julio de 1915 al 1 de febrero de 1916. El doctor Alberto Membreño fue un hondureño de gran cultura, versado en derecho natural, derecho público constitucional, derecho civil, derecho de gentes, retórica forense, juicios civiles, criminales, eclesiásticos, militares y comercio, Juez de Letras y Magistrado a la Corte Suprema de Justicia. Rector de la Universidad de Honduras. Ministro de Instrucción Pública. Diplomático. Estudioso de la lexicografía.
Entre sus más destacadas publicaciones están (además de las que escribió en el campo de la jurisprudencia):
– Hondureñismos. Vocabulario de los provincialismos de Honduras (1895). En 1897 publicó una segunda edición aprovechando los comentarios y mejoras que sugirió el reconocido escritor español Menéndez Pidal a la primera edición.25
– Nombres geográficos indígenas de la República de Hondu7ras (1901).
– Aztequismos de Honduras (1907). Publicada ese mismo año en forma incompleta en la Revista de Archivo y Biblioteca Nacional, Tegucigalpa.
Fue presidente por ley de 1915 a 1916 y entre sus acciones más importantes se destacan las siguientes:
1. Aprobó la letra y música del Himno Nacional de Honduras el 13 de noviembre de 1915.
2. Instaló la Academia Científica Literaria.
3. Creó el Puerto Herrera en la desembocadura del Río Cruta, si bien no perduró.
4. Bajo su gobierno se realizó la primera expedición educativa a La Mosquitia hondureña.
5. Inauguró el 15 de septiembre de 1915, el Teatro Nacional.
Con la muerte del general Manuel Bonilla “asumió el liderazgo en su partido” y después de 1916, previa consulta con las bases, decidió cambiarle el nombre. En 1919 se denominó “Partido Nacional Democrático”, pero Membreño murió prematuramente el 2 de febrero de 1921.
Dos décadas en busca de un himno nacional
Desde el momento en que Policarpo Bonilla convocó a los tres destacados hondureños antes mencionados para que formaran parte del jurado que decidiría sobre la letra y música del himno nacional hasta el momento en que Honduras contó oficialmente con un himno nacional, transcurrieron casi dos décadas.
El esfuerzo de Policarpo Bonilla no se continuó en su administración y resulta interesante que después se realizaran otros esfuerzos por resolver esa carencia en los gobiernos de Manuel Bonilla y de Miguel R. Dávila Cuéllar, sin resultados concretos. En el gobierno de Manuel Bonilla se convocó a un concurso, sin ningún resultado por dificultades incluso en la integración del jurado, aunque en 1907 se tocó y se cantó el poema propuesto por Coello (1883-1940) con la música de Hartling durante la reunión de presidentes de Centroamérica en Amapala, quedando desde entonces en uso para las recepciones y demás actos oficiales. En 1910, el presidente Dávila abrió un concurso para decidir sobre la letra y la música del himno nacional. Sin embargo, por decisión del jurado, el concurso se declaró desierto por considerarse que ninguna propuesta reunía los requisitos exigidos.27 No se incluyó entre las presentadas el poema de Coello con música de Hartling.
El maestro Adalid y Gamero escribe al respeto:
“La tardanza en llegar al acuerdo que definiera la situación de ausencia, se debió a intentos malogrados en concursos una y otra vez desiertos; pero los maestros y los niños de las escuelas, en función espontánea de jurado popular, emitieron el veredicto y le dieron validez a la obra de Augusto C. Coello y Carlos Hartling”.
Cuando Membreño fue presidente por ley, “tomando en cuenta que el pueblo hondureño… en plebiscito voluntario lo había ya sancionado”, decretó en Consejo de Ministros que se reconocía como Himno Nacional de Honduras la composición poética de Augusto C. Coello con música de Carlos Hartling”. Así sin necesidad de aguardar decisiones avaladas por decretos o dirigidas de arriba hacia abajo, el poema y su música ascendieron hasta el altar de la Patria desde las escuelas y las voces los maestros y de los niños, culminando un esfuerzo iniciado años antes.
Membreño, que participó en el esfuerzo de 1896 llevado a cabo durante el gobierno de Policarpo Bonilla, es quien, al reconocer la decisión de los maestros y niños, completa el proyecto iniciado años antes. Participó en sus inicios con Policarpo Bonilla y, como Presidente, en su culminación. También Hartling y la Banda de los Altos Poderes estuvieron presentes en todos esos años.28
19. Reyes-Mazzoni, Roberto R., 2008. Un pueblo en busca de sus símbolos nacionales; la historia del Himno Nacional de Honduras, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa.
20. Revista del Archivo y Biblioteca Nacionales de Honduras, tomo IV, 1907, página 256 y en la página 48 del libro Un pueblo en busca de sus símbolos nacionales. En realidad, había otro país que no había decretado oficialmente cuál sería su himno nacional, aunque su pueblo y el gobierno ya lo reconocían como tal. Ese país era los Estados Unidos de América. Oficialmente el himno tuvo carácter de nacional a partir del 13 de marzo de 1931 por resolución del Congreso, firmada por el Presidente Herbert Hoover.
21. Diario La Tribuna, 5 de febrero de 2011, entrevista por Eris Gallegos al Director de la Banda, Héctor Conrado Chavarría. Efectivamente, la Banda ha acompañado a la historia del país.
22. Archivo Nacional de Honduras, caja 1897.
23. Zepeda Ordóñez, Ismael, “José Jerónimo Zelaya Leiva: El canciller de la Post Reforma (1883-1892)”, La Tribuna, Anales Históricos, 22 de enero de 2012.
24. Márquez Sterling, Carlos, “1890: La Primera Conferencia Internacional Americana”, revista Américas, Vol. 22, Núm. 5, mayo de 1970, páginas 7-12. En ese artículo se presenta un grabado que muestra a los delegados participantes, tomando de una ilustración del Harper´s Weekly, 1890.
25. José Sanz y Díaz, de la Real Academia Bibliográfica, “Gente de Letras hondu7reña”, El Alcázar de Madrid, 24 de julio de 1948. Versión electrónica de la UPNFM.
26. R. Menéndez Pidal, “Hondureñismos de Membreño: nota crítica”, en Revista Crítica de Historia y Literatura, Madrid, 1, 1896, p. 75. Cita de Herranz, NRFH, 1989, páginas 95-108.
27. Decreto 115, 10 de abril de 1910
28. Para información más completa puede consultarse: Un pueblo en busca de sus símbolos nacionales: La historia del Himno Nacional de Honduras, de Roberto R. Reyes-Mazzoni, Editorial Guaymuras, Tegucigalpa, 2008.
Fuente: Revista Academia Hondureña de Geografía e Historia, No. 91, Dic. 2012.