30 Noviembre 2014
Juan Ramón Martínez
Para mayo de 1948, fecha que me separaron de mis padres, que vivían en la Jigua, Campo Bananero de la Stándard Fruit Co., para ingresar a la escuela primaria, Olanchito tenía fama por su sistema educativo, la caballerosidad de sus habitantes; y la vocación patriótica más alta, misma que la había elevado a la categoría de “Ciudad Cívica” de Honduras. Los tres centros educativos más importantes para entonces, eran el Instituto Francisco J. Mejía, la Escuela Modesto Chacón y la Escuela de Niñas José Cecilio del Valle. Las figuras más sobresaliente en el mundo de la cultura local eran Francisco Murillo Soto,– fundador de la Semana Cívica– Joaquín Reyes Tejeda, creador de centros educativos y animador del teatro local; junto a Modesto Herrera Munguía, Alicia Ramos de Orellana, Julio Benites, Jesús Medina Nolasco, Rafael Núñez España, Donaciano Reyes Posas, Max Sorto Batres, Joaquín Reyes Figueroa, Salomón Sosa hijo; y otros más. La “Chacón” funcionaba frente al Parque Francisco Morazán, donde ahora lo hace la Casa de la Cultura, en tanto que la “Valle”, tenía su sede en donde actualmente está la Escuela Joaquín Reyes Tejeda.
En el profesorado en general, había un elevado espíritu de superación, animado tanto por Murillo Soto, Reyes Tejeda y María Isabel Amaya, la madre de Ramón Amaya Amador, fallecida el 27 de febrero de 1946. Varios maestros de Olancho, se habían establecido en la cívica ciudad, fortaleciendo el liderazgo educativo local. Entre ellos, recuerdo al profesor Máximo Chandias, a Alfredo Lobo Calix y su esposa Alejandrina, que sirvieron clases en la “Chacón” especialmente.
En 1948, me llevaron a mi primer grado, que servía el profesor Humberto Meléndez Posas, que un tiempo después contraería nupcias como mi prima hermana Emelda Bardales. Según mi primo Melton Bardales, mi ingreso a la escuela fue traumático: el primer día, siguiendo indicaciones del abuelo Victoriano Bardales Núñez, donde vivía, le comisiono para que me llevara a la escuela. Melton refiere que me llevo un poco a la fuerza tomado de la mano; pero en cuanto pretendió soltarme al bullicio desconocido y frenético de más de ciento cincuenta niños de edades mayores que la mía la mayoría, el patio abierto y el ruido me hizo llorar; y salí corriendo de regreso a la casa segura del abuelo.
Los primeros recuerdos que tengo de la escuela no son buenos: me aburría terriblemente, estar repitiendo letras sin sentido, haciendo filas; y marchando como si estuviéramos dentro de un sistema carcelario. Afortunadamente, un accidente que tuve en un dedo del pie, me permitió dejar la escuela en 1948; y regresar all mejor lugar de entonces: el hogar de mis padres y mis hermanos, en el campo bananero La Jigua, en donde, todo era seguridad y libertad. Posteriormente, en octubre de 1948, mis padres fueron de vacaciones – después de 23 años de ausencia de mi progenitor – a la aldea de su nacimiento, Pedernales, en el Municipio de Concordia, departamento de Olancho. Allí, en una escuela unidocente, encontré el verdadero sabor de la educación, de forma que en l949, de regreso a Olanchito, ingrese a la “Chacón” otra vez al primer grado, con éxito singular y especial satisfacción. Mis compañeros en cuarto grado (1953) eran, Enrique Bardales, Tomas Andino, J. Damaso Avila, Armando Brito, Ernesto Bueso, Prospero Bardales.
Eduardo Bustillo, Juan Ramón Bustillo, Randolfo Canales, German Cerrato, Alfaro Castro, Ramón Cartagena, Inés Cerritos, Virgilio Cárcamo, Rogelio Fuentes, Enrique Figueroa, Lucas Hernández, Gonzalo Hernández, Pedro Herrera, Celin Jananía, Enrique Laguna, Darío Meléndez, Roberto Martínez, Blas Melara, Manuel Navarro, Antonio Núñez, Antonio Orellana, German Posas, Cesar Posas, Antonio Posas, Menelio Romero, Porfirio Reyes, Joaquín Rosales, Miguel Ramírez, Julio Salas, Osvaldo Sosa, Wilfredo Urbina, Jorge Yunez, Antonio Castejon, Alirio Zelaya, Francisco Villagra, Abel Zelaya, Tomas Meléndez, Jaime Rosales, Roger Guillen, Luis Alonso Lopez, Menelio Maradiaga, Carlos Chahin, Constantino Puerto, Donaldo Puerto. Los maestros que tuvimos fueron Cristelia Soto, Rafael Nuñez España, Maximo Chandias, y Joaquin Reyes Figueroa. (Los últimos tres grados)
Concluimos la primaria en 1954. Nos tocó vivir ese año, la gran huelga bananera, que en el distrito de Coyoles Central dirigía Jeremías Cruz, del departamento de Química; y la campaña electoral, relativamente libre de cara a las practicas del pasado, en la que Ramón Villeda Morales del Partido Liberal, le gano al dividido Partido Nacional, aunque no obtuvo la mayoría absoluta, por lo que por debilidades de los políticos, advino la dictadura de Lozano Díaz en diciembre de 1955. Por razones económicas, el año 55 no ingrese al Mejía, sino hasta 1956. Aquí fueron mis compañeros, Darío Meléndez, Mario Soto, Adolfo Ramírez Quezada, Manlio Ramírez, Felipe Ponce Fiallos, Evelio Flamenco, Darío Turcios, Alonso Valle, Rodolfo Zamora, Guillermo Spiers, Víctor Carrasco, Rubén Carrasco, Hernán Melara, Ovidio Padilla, Julia Asley Matute, Oneyda Chahin, Silvia Castro, Sonia Quezada, Ana Melara, María Quezada, Marianella Mejia, Cossete Morales, Arturo Morales, Antonio Escobar, Berfalia Bonilla, Rigoberto Zúniga, Nelda Soto Puerto, Nora Mejía, Justo Zelaya.
Los profesores que más recuerdo fueron, Jesús Medina Nolasco, Alicia Ramos de Orellana, Lisandro Quezada, Modesto Herrera, Francisco Murillo Soto, Ibrahim Puerto Posas, Humberto Caballero, Vidalina Caballero, Alfonsina Puerto de Narváez; y América Tulia Fúnez, la inolvidable consejera de todos nosotros. Nos graduamos, la mayoría de los indicados, en noviembre de 1960, con los grados de Maestros de Educación Primaria, la mayoría; y el resto, Bachilleres en Ciencias y Letras. Al año siguiente inicie mi carrera docente como maestro en la escuela Modesto Chacon, siendo responsable de Sexto Grado. Otros compañeros buscaron empleo fuera de la ciudad. Y unos pocos, los más afortunados, viajaron a Tegucigalpa a cursar estudios universitarios.
Para 1948, el mundo intelectual estaba dominado por la presencia ausente, –porque había dejado el año anterior la Ciudad Cívica–, de Ramón Amaya Amador la figura cumbre de las letras de la ciudad y del país, Dionisio Romero Narváez su compañero y amigo fraterno, con el cual habían fundado periódicos y acariciado sueños innumerables; Mario Soto, Ranulfo Rosales Urbina, Juan Ramón Fúnez Herrera, Lisandro Quezada Bardales, Cecilio Dueños Quezada, Reynaldo Narvaes Rosales, Ibrahim Puerto Posas y Carlos Urcina Ramos. El primer periódico que se fundó en Olanchito, se llamó “Olanchito Moderno”; y su editor era el general Purificación Zelaya – dueño de la imprenta — y su director Francisco Murillo Soto. El segundo periódico fue “Tiempo” dirigido por el profesor Modesto Herrera Munguía.
En la década de los cuarenta, Amaya Amador funda “Alerta” al cual se une Dionisio Romero Narváez, para hacer posiblemente el más bello y mejor trabajado semanario que se tenga memoria, en la historia de la ciudad. Le hacia la competencia a este semanario, La Voz de Olanchito, dirigido por Mario Soto, Posteriormente, una vez que Ramón Amaya Amador deja la ciudad, buscando nuevos rumbos en la Guatemala revolucionara de Arévalo y Arbenz Guzmán– Romero Narváez funda “La Razón” y “Patria”. Ranulfo Rosales Urbina dirigía “Renovación”, de forma que en la ciudad, los sábados, circulaban dos periódicos religiosamente. En 1953, los estudiantes del último año del Instituto Mejía, fundaron un semanario llamado “El Estudiante”, bajo la dirección entre otros de Reynaldo Rosales y Juan Ramón Calix.
Posteriormente Cecilio Dueñas fundo “La Palabra”, Lisando Quezada hizo circular brevemente “El Istmo” y “La Semana”, Felipe López “La Carcajada” y “La Pulga” – en los que cultivo un especial sentido del humor critico – y al viajar Romero Narváez a San Pedro Sula para dirigir Correo del Norte, Patria fue confiado a la dirección de Juan Ramón Fúnez Herrera que, tiempo después, viaja a Tegucigalpa para iniciar estudios de derecho en la UNAH, dejando en su lugar a Carlos Urcina Ramos. Nosotros asumimos entonces la administración del semanario en 1961; y la dirección en 1962.
A mi cargo estaba el semanario cuando la dueña de la Imprenta Gardel, Caridad viuda de Ponce, madre del actual alcalde Olanchito Ing. Tomas Ponce Posas, la cerró, — después de una queja de los líderes del Partido Nacional por el titular y un artículo escrito por Lisandro Quezada en contra de los miembros del PN; y que yo colocara a cinco columnas en primera página– para de este modo impedirnos la circulación del semanario que así se convierte en el último que se editó y circuló en la ciudad de Olanchito. Coincidiendo con el cierre de la Imprenta Gardel, se cometió el mayor error cultural de la ciudad: toda la colección de periódicos editados allí– durante más de veinte años–, fue pasto del fuego sin resentimiento de nadie, fuera de nosotros que tascábamos el freno de la impotencia. Y Pablo Magín Romero el impresor, que en su acostumbrado mundo de silencio, se quedó sin empleo. (Continuara en el próximo número)