26 Octubre 2014
Aquí estamos en Long Beach, California, en 1953, mi abuelita Toña, mi mamá, ni hermano Reniery de tres años y yo de cinco. La foto fue tomada minutos antes de salir para el aeropuerto de Los Angeles, de regreso a Honduras.
Mi abuela era una mujer guapa.
Cuando ya tenía a mi mamá, (mi abuela era una madre soltera) como en 1928, recibió un telegrama de sus familiares de San Juancito, pidiéndole que se fuera de emergencia.
Cuando llegó, se encontró con su tío acostado en una tarima, muerto. Lo estaban velando. No tenían dinero para enterrarlo. Ella tampoco tenía.
La razón por la que la llamaron, era para que fuera a pedirle 30 Lempiras prestados al rico del pueblo, para el ataúd y el entierro. Le dijeron que a ella no se los iba a negar por bonita. Ella fue. El rico del pueblo le dijo: Mirá Toña, nunca me los vas apagar. Mejor hagamos el amor y asunto concluido. (Esto me lo está contando mi abuelita a mí cuando yo era un cipote de unos 15 años).
Entonces me dijo: mire Tito, yo ya tenía a su mamá, y dije, ni modo. Entonces me acosté con él una vez.
Salí embarazada. Nunca le conté al rico del pueblo porque para qué. Nunca me lo iba a creer.
El niño murió pequeño.
Todos esos golpes en su vida le iban dando más y más fortaleza.
(TITO ORTIZ)